Nadie se libra de la nostalgia: tampoco un fenómeno televisivo que debía consumirse en modo supersónico y devorarse a sí mismo para no dejar rastro. Pues sí que lo ha dejado, y ahí estuvo ese Palau Sant Jordi lleno, este lunes, para decirnos que la tropa de Operación Triunfo ha perdurado, quizá más como personajes de la memoria sentimental que como artistas, aunque, a veces, no es fácil determinar en qué punto exacto dibujamos la línea divisoria.

O. T. volvió por una noche apelando a la bravura generacional: en los minutos previos al concierto los fans gritaban «¡O. T. 1, O. T. 1!», alusión a la versión original del programa,de la temporada 2001-02, no vaya a ser que nos confundamos con las siguientes ediciones, tan decadentes ellas. Las chicas primero, con el coro de vampiresas salidas de Moulin Rouge atacando un Lady Marmalade cuyo descarado estribillo, «voulez-vous coucher avec moi?», guardó poca proporción con un aparato instrumental poco funky, ante el cual solo cabía responder «pas du tout, mademoiselles». Luego, ellos, disimulando jerarquías, Bisbal en un extremo, atacando un Corazón espinado de cuando el rock latino de Santana era tendencia.

El Sant Jordi lució muy iluminado, focos apuntando a las gradas, para que no nos olvidásemos de que no estábamos exactamente en un concierto, sino en un plató. El hábitat ideal para que Natalia, aquel proyecto de Britney Spears española a medio hacer, se pusiera melodramática con Hero y para que David Bustamante ejerciera de solvente baladista. Este fue el primero que habló de sueños hechos realidad, ese clásico.

ARRIBA Y ABAJO

Del pop ligerito, ligerito, de Te quiero más, a cargo de ese supergrupo de alegres nominados llamado Fórmula Abierta a un receso de baladas que Juan Camus invirtió en tratar de demostrar que Your song, de Elton John, fue hecha para él. Muchos números menores, necesarios para transmitir una idea de cohesión de la pandilla y dar aliento a aquella tesis de que lo importante es participar, pero poco trascendentes en términos artísticos. Y, por fin, el anuncio que sacudió las gradas: «¡Nos vamos directos a Almería!» David Bisbal,disfrutando de Ave María con el buen humor de quien sabe que no es un fogonazo lejano de fama sino un éxito menor en su carrera comparado con los que vinieron después. Luego, «una artista que juega en casa», presentó apuntando a Gisela, sonriente y superprofesional en Vida. Y Manu Tenorio, abriendo un suave giro latino con Tu piel al que se acogió Nuria Fergó con el flamenquito de Brisa de esperanza.

Oh, sí, todo esto suena muy clásico: pop, baladas, ritmos funky, rock con ascendente hispano, rumba. Ni rastro de reggaeton, ni trap, ni tan solo r'n'b ni hip-hop: en el 2001 esos géneros eran marcianos en el mainstream español. Ahí, O. T. El reencuentro fue la foto de una época, de cuando un ciudadano elegido al azar podía cantar cualquier estribillo de éxito, no como ahora, con esas cosas raras con las que llena estadios Beyoncé.

MOMENTOS ICÓNICOS

O. T. 1 quiso demostrar que sabía cómo construir ídolos y ahora vemos que supo crear momentos, dulces gadgets pop: Bustamanteemocionándose, Rosa luciendo silueta y vozarrón, Chenoa y Bisbal cantando a todas las nostalgias por los amores fugaces (revival con desenlace matador: «siempre te he tenido mucho cariño», le soltó él tras su acaramelado Escondidos), mientras Europa nos mira y lo celebra, o no. Y la música, como ideal que se invoca para ser mejores. Mi música es tu voz, y del Sant Jordi salió todo el mundo con una enorme sonrisa. Reflejo de un tiempo, 15 años atrás, en que todos éramos más inocentes, o eso nos gusta pensar.