Aunque sea difícil de imaginar, Barack Obama y Donald Trumptienen algo en común: su preferencia por pasar la Navidad en cálidas latitudes, lejos del frío Washington. El todavía presidente ha regresado un año más a Hawai, a una lujosa casa alquilada con vistas al Pacífico, mientras que su sucesor disfruta de estas fechas en una de sus exclusivas propiedades en Florida.

Antes de partir hacia Hawai, Obama y su mujer, Michelle, han grabado su último mensaje navideño en la Casa Blanca. Haciendo gala de su sentido del humor, el presidente y la primera dama han repasado los logros de sus dos mandatos y han recalcado los valores que unen a los estadounidenses. "La idea es que debemos proteger a nuestros hermanos, a nuestras hermanas, debemos tratar a los otros como nos gustaría ser tratados".

Los Obama han pasado sus ocho navidades presidenciales en la isla natal del presidente, Oahu (Hawai), donde el mandatario aún conserva amigos de la adolescencia. "Obama es un chico local, indudablemente. Se toma su granizado hawaiano, calza sus chanclas. El tío sabe surfear con el cuerpo ('bodysurfing')", explicó recientemente el alcalde de Honolulu, Kirk Caldwel. "No puedes entender de verdad a Barack hasta que entiendes Hawai", dijo una vez la primera dama, Michelle.

De las costumbres de los Obama en Hawai ya se sabe hasta el sabor favorito del presidente cuando pide el tradicional 'shave ice', el granizado clásico del estado: cereza, lima y guayaba. Y hay fotos.

La rutina presidencial en la paradisiaca isla se repite cada año: baños en la playa, senderismo, 'snorkel' (buceo con tubo), salidas a cenar en restaurantes de moda, actividades con amigos y golf.

Por las noches, el matrimonio mantiene uno de los hábitos que han marcado su estancia en Washington: salir a cenar a los restaurantes de moda y situarlos en todas las guías gastronómicas a su paso. Los Obama alquilaron la misma casa frente a la playa durante los primeros años, pero cambiaron cuando dejó de estar disponible (incluso para el presidente) a una considerada menos exhuberante, pero igualmente de ensueño.

EL LUJO PALACIEGO DE TRUMP

Trump, tras asistir a la misa del gallo, la pasada Nochebuena en Palm Beach. AFP / EDUARDO MUNOZ ALVAREZ

El lujo de los Obama, como ellos, es más relajado, sobre todo en contraste con la opulenta familia que les sucederá en la Casa Blanca: el clan de un magnate con propiedades exclusivas en todo el mundo. Una de ellas es el palaciego club privado de recreo Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida), donde los Trump, que viven en Nueva York, suelen pasar la mayoría de los fines de semana entre Acción de Gracias (noviembre) y la primavera.

Todo apunta a que el magnate mantendrá esta costumbre, de manera que el servicio secreto tendrá un arduo trabajo para garantizar su seguridad: vivirá entre la Casa Blanca, su Torre de Manhattan y su complejo en Florida. Esta última propiedad, adquirida por Trump en 1985 por 10 millones de dólares, fue el escenario de una de las fotografías que más se recordaron en las pasadas elecciones: la de los Trump y los Clinton en la recepción de boda de Donald y Melania en el 2005.