Peligro con FaceApp. La aplicación de móvil, responsable de las millones de caras de personas envejecidas que han invadido las redes sociales estos últimos días, recoge en la letra pequeña que también tiene el derecho de usar la información personal de los usuarios y las fotos que hagan con fines comerciales. La tuitera Elisabeth Potts ha detectado que al firmar las condiciones de la aplicación el usuario cede el derecho a FaceApp de emplear sus fotos, nombre, voz, ubicación e identidad con fines comerciales.

FaceApp es una aplicación gratuita de origen ruso que edita las fotos con filtros que transforman el rostro de la imagen de modo que parezca mayor, más joven o de otro sexo. Surgió en el 2017, pero ha rebrotado con éxito sobre todo en el envejecimiento. Al aceptar las condiciones, la aplicación se hace con todos los derechos de los datos de modo «perpetuo, irrevocable, libre de regalías, mundial» para «usar, reproducir, modificar, publicar, distribuir y mostrar su contenido de usuario y cualquier nombre de usuario o imagen» en otros contenidos «sin compensación para usted».

Otro aspecto polémico de los términos es que permiten transferir datos de un Estado a otro. Es decir, aunque en la Unión Europea sea ilegal el uso de determinada información, FaceApp puede transferirla a otro país que no tenga las mismas leyes de protección y utilizarla allí.

La aplicación ha triunfado en los últimos días gracias a un reto viral: #faceappchallenge. Lo que la ha convertido en tendencia son los cambios físicos de famosos. La app, creada por el ruso Yaroslav Goncharov, está recopilando millones de datos a partir del momento en que el usuario la descarga gratuitamente y aprieta la tecla de «aceptar» sin haber leído las condiciones.

La empresa rusa creadora, Wireless Lab, advierte de que los datos no podrán ser cedidos a otras personas o empresas, pero sí a terceros del mismo grupo empresarial. Es decir, si un día un gigante tecnológico (Facebook) adquiere esta firma, tendría un gran almacén de datos. Foros tecnológicos advierten de que apps sencillas, que explotan la curiosidad de las personas por su futuro aspecto físico, pone en bandeja información para proyectos de reconocimiento facial.