Desde pequeños nos enseñan normas sociales de convivencia y educación. Estas normas, en muchas ocasiones no delimitan cómo mantener el equilibrio entre el respeto y la ausencia de límites. Por eso, al hacernos adultos nos damos cuenta de que somos incapaces de decir no. Nos ocurre tanto en nuestras relaciones sociales como en el trabajo. Acaba generando en nosotros sensaciones de baja autoestima, culpabilidad y frustración.

Las emociones negativas se reducirían hasta desaparecer sacando el valor necesario para poner los límites para que otros no nos invadan. El único obstáculo sería la culpabilidad al empezar a poner estos límites, ya que no estamos acostumbrados y creemos que podemos perder relaciones. Pero para evitar esta culpa, podemos empezar a seguir diferentes pautas.

MIEDO A LOS LÍMITES

La asertividad es una de las herramientas más importantes a la hora de relacionarnos con los demás. Nos permite expresar nuestras necesidades, comunicarnos y decir qué queremos y qué no. Nos da seguridad personal y decide hasta dónde los demás van a acercarse a nosotros o lo que pueden esperar. Cuando la asertividad está desequilibrada y los límites no están puestos, podemos encontrar que los demás se aprovechan de nosotros.

Pero cuáles son los principales motivos de que nos cueste poner límites?

PON LÍMITES

Cuando empezamos a poner límites a los demás, aparecen relaciones más igualitarias, con una comunicación sincera y en las que nosotros nos sentimos más cómodos. Conectamos con nosotros mismos y nos mostramos con autenticidad. Los demás, lejos de sentirse amenazados, nos ven con un mayor carácter y seguridad, lo cual está bien valorado a nivel social.

Sin embargo, para llegar a las relaciones equilibradas donde nosotros pongamos límites, debemos aprender a superar el sentimiento de culpa. Con estas pautas, sabrás cómo hacerlo:

1. El silencio

El silencio es la gran amenaza de tu seguridad. Callarte es lo que te lleva a permitir. Para poder establecer los límites es necesario que siempre que algo te moleste, por pequeño que sea, lo digas, de una forma clara y directa. Esto no implica ser agresivo.

2. Tus límites

Qué es lo que quieres permitir y qué no? Los límites siempre son personales e independientes. Lo que a uno le molesta tal vez a otro no. Si ciertas actitudes te generan incomodidad o frustración, ahí es donde están tus límites. Establécelos mirando primero qué te molesta.

3. Responsabilidad

Eres únicamente responsable de ti y de tus acciones. Cada persona debe encargarse de su propia vida, sin que eso implique que tengas que ayudar.

4. No importa

Cuando no establecemos límites, nos justificamos en que realmente no importa. Sin embargo, si sabes que los demás te están invadiendo, sí que importa. Quéjate más y marca lo que no quieres.

5. Personas que se van

Uno de los mayores miedos es perder a personas de tu vida por poner límites. Si esas personas deciden marcharse porque tú has empezado a expresar tus necesidades, es realmente una pérdida? Las personas que nos quieres se alegran de que mostremos lo que queremos y lo que no.

6. Darse cuenta

No debemos esperar que el otro se dé cuenta de lo que necesitamos. Los demás solo verán lo que nosotros les mostremos de forma clara.

Saber decir no y establecer límites es algo que cuesta a determinadas personas, pero que una vez que empieza a hacerse las relaciones cambian y mejoran. Estos límites son necesarios para encontrar la seguridad emocional necesaria para nuestra vida. Aunque aparezca culpa en las primeras ocasiones, necesitamos insistir hasta que sea parte de nosotros.