«No se verán como Sharon Stone a los 59», avisaba esta semana el titular de un reportaje de The New York Times. Y aunque conviene actualizar la edad, pues este sábado la actriz, productora y activista cumple 60 años, la idea se mantiene. Stone llega al aniversario estupenda, y explicando cómo se cuida, maquilla o se corta el pelo (a menudo ella misma) o hablando de su dieta (sin gluten, alcohol ni cafeína) y su ejercicio (sobre todo Pilates). Pero para ella la clave está en «la belleza interior», que busca con el budismo: «Te centra y es la llave para la serenidad y la belleza, un sentido interno de forma y elegancia».

Stone llega también a los 60 decidida y determinada a cumplir por fin el acariciado proyecto de convertirse en directora, y de las reivindicativas. Ha recordado discriminaciones y ha contado que ha visto «de todo» en Hollywood y reclama, por ejemplo, que no le ofrezcan como han hecho hasta ahora pequeños presupuestos para su proyecto tras la cámara. «Llevo en el negocio del cine toda mi vida», ha explicado en Forbes. «No soy nueva, no estoy empezando y he hecho películas con los mejores cineastas y los mejores directores de fotografía de la historia. Cuando eres mujer y empiezas a posicionarte para hacer un filme todos sugieren que la hagas por poco dinero pero cuando eres un hombre te las financian».

Stone, que no ha olvidado sus orígenes como «una chica pobre de Pensilvania» y aún tiene enmarcado el primer billete de 100 dólares que ganó, puede sumar más argumentos. Desde que la antigua modelo empezó a aparecer en el cine (como la chica guapa del tren con el que aparece acreditada en la página IMDB en Stardust memories, de Woody Allen) ha elaborado una carrera con 70 títulos. Y ha superado la etiqueta de sex symbol que se ganó hace 26 años con Instinto básico: ha demostrado su tirón (más de 1.500 millones de dólares recaudados por sus trabajos solo en EEUU) y un talento que le llevó a ser nominada al Oscar por Casino.

Madre de tres hijos adoptivos y divorciada dos veces (del productor Michael Greenburg y del periodista Phil Bronstein), esta mujer que, inspirada por Hillary Clinton volvió a la universidad para terminar en el 2016 los estudios, sigue volcada en su labor benéfica. Desde hace 26 años trabaja con su hermana en Planet Hope, organización que ayuda a gente sin hogar, víctimas de abuso y niños con enfermedades terminales.