El silencio de Fan Bingbing es estruendoso. De la actriz más célebre, rica y ubicua de China no se ha sabido nada en más de un mes y todas las teorías desembocan en una investigación policial. Hacia ese habitual agujero negro la habrían empujado sus presuntas evasiones fiscales. Fan fue vista por última vez el pasado 1 de julio en un hospital infantil. Las especulaciones empezaron después de que al día siguiente callase abruptamente su cuenta de Weibo, la versión nacional del censurado Twitter. Su única actividad desde entonces son los mensajes de algunos de sus 62 millones de seguidores declarándole su amor y rogando que confirme que está en todo en orden. En vano.

Cuesta orientarse en el gran ovillo de rumores, pero no es arriesgado señalar a las acusaciones de un presentador televisivo como el origen de su desaparición. Cui Yongyuan había presentado meses atrás las pruebas de su presunta evasión fiscal. En China se conocen como contratos yin-yang. Fan firmó un contrato ficticio de 10 millones de yuanes (unos 1,2 millones de euros) por cuatro de días de trabajo y otro privado con una remuneración que quintuplicaba al primero. El estudio de Fan desmintió las acusaciones y Cui se retractó, pero la bola de nieve ya rodaba montaña abajo. Y sin stop.

Caso habitual / No es raro que políticos y otras celebridades desaparezcan en China y la policía solo confirme su detención con la investigación finiquitada y la confesión firmada. El diario The Economic Observer fue el primero en mencionar su detención. Ella y su hermano estarían siendo investigados y tendrían prohibida la salida del país, desveló. El artículo fue retirado horas después y siguió el protocolo habitual. La censura se esfuerza en borrar todos los comentarios sobre Fan y los contratos yin-yang desde entonces. De vez en cuando emerge alguna pista más o menos sólida. Una fuente anónima habría desvelado a una televisión china que Fan está detenida en una localización secreta de Pekín, monitorizada las 24 horas y obligada a dormir con la luz encendida.

Fan es un tsunami en China. Actriz, cantante y presentadora de televisión, por hacer la lista corta. Muchos en Occidente se preguntaron en el 2015 quién era esa china cuando la revista Forbes la situó en el cuarto puesto de actrices mejores pagadas del mundo. Desde el 2014 ha ganado 300 millones de yuanes (38,2 millones de euros) anuales y ahora es legítimo preguntarse si son los reales o los declarados. En su país conquistó la fama en el 2003 con el megaéxito Cell Phone y ya nunca se ha bajado del pedestal. Su precario inglés torpedea el salto internacional de sus predecesoras Gong Li o Zhang Ziyi. Su presencia, por ahora, se limita a sus epatantes desfiles en los principales festivales de cine (en el Festival de San Sebastián del 2016 presentó Yo no soy Madame Bovary, que ganó la Concha de Oro), o sus breves papeles en superproducciones como X-Men: Días del futuro pasado o Iron Man 3, con las que se busca el favor de un mercado de 1.300 millones.

ESTRENO POSPUESTO / El diario oficial Global Times confirmaba la semana pasada la investigación por evasión fiscal. También desvelaba que los productores de su última película han pospuesto su estreno previsto de agosto hasta finales de octubre y borrado su nombre del póster publicitario. Urgía proteger la taquilla tras una inversión elefantiásica de un asunto como la evasión fiscal, aclaraba un experto del sector al diario. Son tiempos áridos para la reina del celuloide en China y no tranquiliza el caso del hijo de la celebridad Jackie Chan. La carrera de Jaycee Chan no ha despegado desde que en el 2014 pasó seis meses por fumar marihuana en su ático de Pekín.