Salvador Sobral, el primer portugués que tocó el alma y la gloria de Eurovisión, celebra en su último disco uno de los géneros que más le han marcado, el bolero, que para él tiene «una nostalgia parecida a la del fado, pero más hacia fuera, más aflamencada». Lo dice rebosante de energía tras un confinamiento en el que, «aburrido», ha tenido tiempo de componer un nuevo disco y de compartir canciones en las redes de cada una de las autonomías españolas. «Y así descubrí un montón de música bonita, profunda y verdadera, que es lo que me gusta», dice. «Ya tuve varios confinamientos en mi vida, uno cuando fui al hospital, seis meses esperando el trasplante, y otro cuando salí de allí, que fueron otros dos. Curiosamente, esta cuarentena me costó mucho más emocionalmente. Entonces sabía que estaba jodido y que no podía hacer nada, pero ahora tenía un montón de ganas de vivir», cuenta. Sobral publica Alma nuestra. En él fija su atención en un género que descubrió a través de la versión de Caetano Veloso de ¡Ay, amor!, de Bola de Nieve.