Stella McCartney, como tantas veces, contó el pasado 2 de marzo, en su último desfile femenino en la semana de la moda de París, con su padre, sir Paul McCartney sentado en primera aplaudiendo orgullos su show. Un desfile que se cerró con el carrusel final de las modelos intercaladas con una serie de personas enfundadas en disfraces de zorro, cocodrilo y vaca, que provocó sonrisas de los invitados, entre los que también estaban la editora jefe de Vogue America Anna Wintour y la actriz Shailene Woodley.

Una nueva llamada de atención sobre el férreo compromiso de la diseñadora, de 48 años, con la defensa de los animales, heredado sin duda de quien fue su madre, Linda McCartney. Hubo aplausos, sonrisas, móviles en alto y felicitaciones tras el desfile. Pero también cierto nerviosimo. Y es que los números no le salen a Stella McCartney. La diseñadora y empresaria está en números rojos.

La empresa de la británica, que el próximo año cumplirá 20 años de existencia, pasa por un momento delicado. En el ejercicio del 2018 tuvo unas pérdidas de 12,6 millones de euros, frente a los beneficios de 10,3 millones de euros que había logrado el anterior. Pese a ello, el negocio repartió unos dividendos de casi 754.000 euros, de los que McCartney obtuvo la mitad. Así lo recogen las cuentas que la empresa depositó en el Registro Mercantil de Londres.

Según el diario Daily Mail, la marca ha justificado esas pérdidas afirmando que 2018 fue «un año de transición» y que todo ese dinero se debe a «costes de reorganización» y a la inversión en la tienda madre en Londres. En marzo de ese año, Stella decidió darle un giro a los números de la marca, que desde sus inicios formaba parte en un 50% del grupo de lujo Kering (propietario también de Gucci, Balenciaga y Saint Laurent). Stella se hizo con el 100% de su marca y el año pasado vendió un parte más pequeña de sus acciones al grupo LVMH, propietario de Louis Vuitton, Dior y Givenchy, entre otros.

El medio ambiente ha sido una constante en su marca desde su nacimiento, -el textil es la segunda industria más contaminante después del petróleo-. «Me gusta pensar que contribuyo con una manera diferente de pensar», explicaba McCartney al final de su último desfile. «He demostrado un modelo de negocio sano que está favoreciendo el cambio y que es aceptado. Prefiero ser positiva y pensar que puedo mostrar un ejemplo magnífico de otra forma de hacer negocios». Sus vestidos de la colección de verano rondan los mil euros.