Su voz suena segura al otro lado del teléfono. Positivismo a raudales. La coach que se ha asomado a la televisión en varios programas de la cadena Tele 5 escribe ahora sobre nuestras fortalezas. En un tiempo en el que toca «reorganizar la vida de forma radical», como señala Soria, adoptar una actitud adecuada y optar por nuestras fortalezas resulta clave.

—¿Qué diferencia a un ‘coach’ de un psicólogo?

—Son profesiones diferentes. Ellos tienen pacientes y trabajan patologías, hacen terapia por ejemplo estos días. El sistema de trabajo es completamente distinto. Los coaches trabajamos sobre objetivos y metas asumibles y tenemos clientes. Damos herramientas para que cada uno tome consciencia de dónde quiere llegar.

—¿Qué explica en este libro que no haya escrito antes?

—Abordo las fortalezas. Cómo podemos alcanzar metas, objetivos, sueños contando con los recursos que cada uno de nosotros tenemos. Profundizo en algo que me apasiona que es la neurociencia. No podemos desvincularnos del cerebro y para ello hablo con varios profesionales de forma muy comprensible para todo el mundo.

—¿Los clientes siguen siendo en su mayoría mujeres?

—Sí. Eso no ha variado.

—En el libro no se habla de la situación actual, pero ha sido también un ejemplo de fortaleza.

—Sí, entregé el manuscrito en enero y tenía que publicarse en abril, pero se paró todo por la crisis. Sin embargo, yo creo que ahora más que nunca es útil, porque se han producido varios cambios y los que están por venir. Está claro que mucha gente va a tener que reorganizar su vida de forma radical, hablo de los que han perdido su puesto de trabajo por ejemplo. Cualquier herramienta y pensamiento en positivo les va a ayudar a soltar presión.

—Pienso en los miles de damnificados de Nissan y en algunos comentarios que se escuchan que dicen: «Basta ya de las frases de taza propias de los ‘coaches’, como eso del ‘Volveremos con más fuerza’».

—Pensando en las personas que se quedan sin trabajo, en serio, lo primero es aceptar la situación, que es lo que más cuesta. La incertidumbre al ser humano no le gusta porque nos hace caminar por un terreno que no sabemos a dónde nos lleva y el cerebro empieza a enviar mensajes devastadores. A partir de ahí podemos seguir quejándonos y pataleando enrabietados y aferrados a los pensamientos negativos o podemos empezar a construir, buscando una salida, una reinvención, una alternativa. Otra de las cosas que hay que analizar es qué puedo aprender de una situación mala. Y, a partir de gestionar todo eso, ver cómo podemos avanzar por otro camino sacándonos las castañas del fuego, como vulgarmente se dice, porque nadie lo va a hacer por ti. Deja un lado esos pensamientos saboteadores porque llorando no vas a conseguir nada y mira qué recursos y qué habilidades tienes. No pienses en lo que me falta sino en lo que ya tengo.

—El decreto de alarma también nos ha ofrecido otra gestualidad en los líderes políticos.

—El contagio emocional se produce de una forma muy rápida, las emociones nos ciegan, y la clase política, al final, lo que está transmitiendo, da igual el color y la ideología, es la falta de rumbo. Cada uno está pensando en su trozo de tarta.

—El confinamiento también ha servido para la introspección.

—Sí, pero también le digo que parar en seco de un día para otro y no para 15 días como se pensaba al principio no ha sido nada fácil. Y vivir tantas semanas en alerta es agotador. También habrá quien haya vivido esto como un letargo y seguirá como antes.

—¿Qué es lo que más le ha sorprendido de la reacción de la gente durante el periodo de confinamiento?

—Pues aparte de la generosidad de la gente de la cultura, con sus actuaciones, lo que más me ha fascinado en este tiempo ha sido cómo la población mayor ha sido capaz de manejar la tecnología. Gente que ha entrado en Instagram o que nunca había hecho una videollamada, las conversaciones por Skype... Aunque faltara ese abrazo que tanto ayuda por lo menos hemos tenido la sensación de estar más en contacto con la gente que nos importa.