El último capítulo del dislate monárquico tailandés, un constante atropello del #metoo y la corrección política, recomienda rebobinar hasta el pasado año. Apenas habían pasado un par de meses desde que el rey Vajiralongkorn se casara con la reina Suthida cuando el tedio matrimonial le empujó a autoregalarse en su 67 aniversario una concubina real. Los monarcas tailandeses habían frecuentado la poligamia durante la historia pero la figura permanecía extinguida desde principios del siglo pasado. La elegida fue la treintañera Sineenat Wongvajirapakdi, una antigua enfermera reconvertida en guardaespaldas, piloto de cazas, paracaidista y francotiradora, según la biografía oficial.

La convivencia en palacio de un rey con la reina y la concubina peleando por su atención se agotó pronto. Bastaron unos meses para comprobar que no fue una buena idea. El rey expulsó a la última por "dividir a los cortesanos y confundir al pueblo" mientras fuentes oficiales la tildaban de ambiciosa y desagradecida por intentar usurpar el estatus de la reina. Sineenat, a quien se le revocaron el título de concubina y todos los honores y condecoraciones militares, parecía condenada a pasar a la historia como otra efímera excentricidad del monarca.

CUATRO MATRIMONIOS

Pero Sineenat ha regresado esta semana a palacio. Una sucinta nota oficial la califica de "inmaculada" y restituye todos sus títulos. Se desconocen las razones del indulto, qué piensa la reina o si regresa con humildad y propósito de enmienda. A los tailandeses, de todas formas, hace tiempo que se les agotó la capacidad de sorpresa con un rey que se ha casado cuatro veces, cuenta con siete hijos y carece del decoro y rectitud de su padre, el venerado Bhumibol. En marzo se supo que lidiaba con la epidemia del coronavirus desde un hotel de lujo de los Alpes suizos nevados, a miles de kilómetros de las cálidas playas tailandesas, junto a su séquito de sirvientes y concubinas.

El hartazgo popular explica que las críticas cuchicheadas ya se griten en las calles a pesar de una ley de lesa majestad que contempla hasta 15 años de cárcel para cualquier nimia crítica a la corona. Miles de estudiantes se han manifestado en las últimas semanas para exigir la reforma de la monarquía y su adecuación a un país democrático y moderno. Hablan de sus injerencias en la política y las nuevas e inquietantes competencias militares, pero tampoco es evidente su incomodidad con un palacio que preserva el concubinato.