Lo más llamativo de nuestra relación con las celebridades no es lo mucho que nos gusta verlas caer y ser juzgadas y castigadas, sino cuánto disfrutamos al verlas arrastrarse por el lodo pidiendo perdón y, finalmente, redimirse. Y quizá saber eso sirva para explicar tanto el nuevo giro que la carrera de Mel Gibson parece estar dando como por qué ha tardado ese volantazo tanto tiempo en suceder.

Hubo un tiempo en el que Gibson era la estrella de lucrativas sagas como Mad Max o Arma letal, ganador del Oscar gracias a su segunda película como director, Braveheart (1995), y Hombre Más Sexi del Mundo según People. A día de hoy, en cambio, resulta muy difícil pensar en él sin acordarse del rostro sudado de ojos vidriosos que figura en su ficha policial.

La foto dio la vuelta al mundo en 2006, cuando Gibson profirió comentarios antisemitas contra el agente de policía que lo arrestó en Malibú por conducir borracho. El actor se convirtió en un paria, estatus que revalidó cuatro años después cuando su novia Oksana Grigorieva denunció que él le había partido la cara, al tiempo que filtraba una grabación en la que se oía cómo decía barbaridades del tipo: «Si un puñado de negratas te violan, será culpa tuya». En Hollywood lo declararon racista, misógino, antisemita, fanático y violento, y decidieron que no lo querían ver ni en pintura a pesar de los 1.800 millones de euros que su cine había ingresado.

«No pienso en el pasado, sobre todo porque no me acuerdo de nada. Y mejor así», nos aseguró Gibson en Cannes, hablando quizá en broma o no, en un encuentro durante el que se mostró incómodo y encadenó afirmaciones desconcertantes -«yo no tuiteo, me tiro pedos»-; reflexiones esquivas -«lo único que puedo decir de tener 60 años es que es mejor que tener 70»-, y confidencias inesperadas -«me han arrestado pero nunca he dormido en la cárcel. Bueno, sí, una vez, en México»- adornadas de un lenguaje corporal propio de quien necesita urgentemente un xanax.

«Mi personaje es un hombre que ha tomado drogas y las ha vendido, que ha matado gente, y que ha sido un mal padre, y que de algún modo logra salvar su alma», explicó también entonces en referencia a Blood father, el thriller de acción que este próximo viernes se estrena en España. Se trata de una película significativa no solo porque en ella se manejan dos ingredientes, violencia y redención, esenciales en casi toda la filmografía de Gibson; también porque ve la luz solo unos meses después de que fuera invitado a presentar un premio en la gala de los Globos de Oro, y solo unos meses antes del estreno de su primer trabajo tras la cámara en 10 años, Hacksaw ridge, epopeya bélica sobre el heroico periplo de un médico militar durante la batalla de Okinawa.

Lo que cabe preguntarse no es si Gibson merece su readmisión en Hollywood sino por qué esta no se ha producido antes. Sí, quizá el tipo sea un fascista violento, pero resulta ridículo pretender que es el único pecador del show business. Roman Polanski drogó y sodomizó a una menor, Mike Tyson fue condenado por violación, Chris Brown golpeó a su exnovia Rihanna, y resulta imposible enumerar todas las faltas de Charlie Sheen, y aun así, a diferencia de Gibson, todos ellos tienen un agente en Hollywood.

Tal vez parte del problema sea que Gibson nunca pareció interesado en participar en el circo del perdón público. Sí, pidió disculpas, y dejó el alcohol y entabló amistad con rabinos, pero en ningún momento ha dejado de sugerir que le importa un rábano lo que la gente opine de él. La misma actitud, por otra parte, que ha mantenido a lo largo de su carrera y gracias a la que fue capaz de dirigir películas suicidas como La pasión de Cristo (2004) o Apocalypto (2006). «Estuve en una lista negra, y se me ha hecho muy largo. Pero he aprendido la lección: no te emborraches. Y creo que se me ha perdonado», aseguraba, confiado, a pesar de que hace cinco años ya protagonizó una película que había sido diseñada para relanzarle, El castor (2011), y que fracasó en el intento. Pero ahora las cosas prometen ser distintas, sobre todo si acaba confirmándose el rumor: estaría trabajando en una secuela de La pasión de Cristo, centrada en la resurrección del Mesías. El hijo de Dios tardó tres días en regresar de la muerte. En Hollywood, en cambio, esas cosas llevan más tiempo.