Quedaban solo unas horas para que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ofreciera el martes por la noche en Washington su último discurso sobre el estado de la Unión. Obama iba a hablar al pueblo estadounidense pero también a ese Congreso controlado por republicanos que critican duramente el acuerdo alcanzado con Irán por el que se frena el programa militar nuclear de Teherán pero también se levantan las sanciones. Entonces, en la sede en Bahrain de la quinta flota de la Marina de EEUU, se perdió la comunicación con dos barcos que se dirigían al reino desde Kuwait. Se comprobó que los diez soldados, nueve hombres y una mujer, habían entrado en aguas territoriales iranís en el Golfo Pérsico, frente a la isla de Farsi, y habían sido detenidos por la marina de la Guardia Revolucionaria. El aire de una crisis incipiente lo contaminó todo.

Había demasiados antecedentes de incidentes, demasiado espionaje mutuo, demasiada historia complicada entre los dos países. Esta vez, no obstante, y en lo que la Administración de Obama se ha esmerado en calificar como un testamento a la nueva etapa de las relaciones bilaterales, los negros nubarrones de conflicto quedaron en eso y se disiparon en solo 16 horas, cuando nada más salir el sol se liberó a los soldados. La diplomacia funcionó. Con frenesí y ansiedad, pero funcionó.

KERRY Y ZARIF

John Kerry, secretario de Estado de EEUU, supo del incidente a las 12.30 del mediodía hora local de Washington. Se excusó de una reunión con representantes del Gobierno filipino y 15 minutos después estaba al teléfono con su homólogo iraní, Mohamed Javad Zarif, con el que justamente tenía una llamada prevista en su agenda. Esa sería la primera de al menos cinco conversaciones telefónicas entre ambos, charlas en las que, según reveló a Reuters una fuente del Departamento de Estado, Kerry insistió en la liberación de los soldados “sanos y salvos” tan pronto como fuera posible y repitió un mensaje: “Podemos convertir esto en algo que sea una buena historia para ambos”.

El diálogo, según las fuentes de la Administración, fue siempre fluido, un mérito que atribuyen a la cordial relación desarrollada entre los dos responsables de Exteriores durante los meses de arduas negociaciones del pacto nuclear. Como decía una fuente del departamento de Estado, “la preocupación de todo el mundo, sospecho que también de los iranís, es que hubiera riesgo de escalada y este tema salpicara a otros, incluyendo, sin duda, el acuerdo nuclear”.

Al mismo tiempo que Kerry y Zarif hablaban se producían reuniones de alto nivel con responsables de seguridad y miembros de gobierno en Washington y Teherán, donde según Reuters hubo al menos tres encuentros, a los que acudió el presidente iraní, Hassan Rouhani. Y las fuentes iranís admiten que “por supuesto hubo momentos de tensión, distintas visiones sobre cómo abordar el caso”, pero otras estadounidenses también han asegurado que “nunca se entró en la zona roja”. Las fuentes persas también aseguran que la decisión última de liberar a los soldados estadounidenses fue del ayatolá Alí Jameini.

Al detener a los marineros estadounidenses, los miembros de la guardia revolucionaria les obligaron a ponerse de rodillas y con las manos tras la cabeza, un hecho que algunos han criticado como una potencial violación de la Convención de Ginebra. Y aunque Carter ha reconocido que “obviamente” no le gusta ver a su gente “detenida por un ejército extranjero”, la Administración de Obama ha restado importancia recordando que no se está en guerra con Irán y apuntando a que Teherán posiblemente hizo público el vídeo con un objetivo propagandístico nacional.