Hoy hace un año de la muerte de Aylán Kurdi, el niño sirio de tan solo 3 años que apareció ahogado en las costas de Turquía, cuya fotografía conmovió al mundo. Lo recordarán: pantalón corto, camiseta roja, la piel clara como la de tantos ciudadanos europeos. Era sirio, pero podría haber sido español, griego o alemán. Una imagen que conmovió a la opinión pública, pero que no sirvió para nada más. Desde el pasado 2 de septiembre, 423 niños más han perdido la vida ahogados en el Mar Mediterráneo, en su empeño de llegar a Europa.

Las últimas semanas han venido marcadas por otra fotografía: la deOmran Daqneesh, un niño sirio de 5 años sentado con expresión aturdida y rostro ensangrentado en la parte trasera de una ambulancia en Alepo, que nos ha mostrado una vez más el horror que vive la infancia en Siria. La vida en un país en guerra crónica se convierte en imposible, y miles de familias siguen forzadas a huir de la violencia extrema y de la muerte en su tierra natal. Así, mientras en las costas griegas los hoteles colgaban el cartel de lleno ante la avalancha de turistas buscando sol y playa, el número medio de refugiados y migrantes que llegaron al país heleno durante el mes de agosto llegó a su punto más alto desde el mes de mayo. Estas vacaciones han dejado por tanto un lleno total en los hoteles, y también en los campos de refugiados de las islas griegas.

Dos historias, la de Aylán y la de Omran, que por desgracia han servido para muy poco. Miles de niños continúan viviendo bajo la amenaza de las bombas, y las muertes de niños en el mar siguen siendo un goteo incesante.

La Unión Europea- España incluida- sigue sin dar respuesta a este drama humano con rostro de infancia: 1 de cada 3 refugiados en esta crisis es un niño. Además de promover un pacto ilegal e inmoral con Turquía, los 28 no cumplen con sus compromisos. Hace un año, los ministros de interior de la Unión Europea prometieron reubicar a 160.000 demandantes de asilo y reasentar a otros 22.000. Hasta hoy, el número de refugiados tanto reubicados como reasentados es ridículo, meramente testimonial. Europa no cumple y sigue sin ofrecer vías legales para que las familias que huyen de la guerra puedan hacerlo de manera segura, sin tener que arriesgar su vida en el mar o ponerse en manos de mafias y traficantes. Precisamente ésta, la de las vías seguras, es una de las reivindicaciones que las organizaciones de defensa de los derechos humanos exigimos con más insistencia. Si los gobiernos europeos hubieran priorizado crear estar vías en lugar de blindar y externalizar sus fronteras, hoy no lamentaríamos que más de 10.000 niños refugiados no acompañados estén en Europa en paradero desconocido, como denunció Europol hace unos meses.

Seguro que muchos de ustedes recuerdan a Ossamah Abdul Mohsen, el refugiado sirio acogido en España después de que una periodista en la frontera entre Serbia y Hungría le hiciera una zancadilla con su hijo Said en brazos. Ahora Ossamah vive en Getafe (Madrid) tras recibir una oferta de trabajo del Centro Nacional de Formación de Entrenadores. Su caso ejemplifica bien la inoperancia del gobierno español y las trabas que existen para que los refugiados puedan llegar a nuestro país por una vía segura como es el reagrupamiento familiar. Actualmente Ossamah vive en Madrid con dos de sus hijos, pero tiene a la otra mitad de su familia, a su esposa y dos hijos más, en una situación límite en Turquía. El primer paso para traer a su familia de una manera legal es que las autoridades españolas reconozcan su condición de refugiado, pero su expediente está detenido junto a otros 19.595 pendientes de resolución.

No hay mecanismos para que los refugiados puedan llegar a Europa de manera segura. Sin embargo, si las personas que huyen de la guerra pudieran llegar a nuestro territorio de manera organizada, no habría casos de niños desaparecidos o víctimas de mafias, ni seguramente muertes innecesarias en el Mediterráneo. Los países europeos, con España al frente, pueden y deben hacer mucho más para ofrecer la protección que necesitan estos niños. El nuevo ejecutivo que pudiera surgir hoy en el Congreso tiene la obligación legal, política y moral de promover un cambio de políticas para dar respuesta a esta crisis de refugiados, e incentivar políticas de integración. En Save the Children no nos cansaremos de denunciar que, desde la muerte de Aylán, 423 niños más han perdido la vida ahogados en el mar Mediterráneo, y que esa cifra no hará sino aumentar progresivamente hasta que haya un cambio en las políticas de respuesta a esta crisis migratoria.