El debate sobre el aborto, en especial de menores violadas, ha vuelto a aflorar esta semana en Brasil tras conocerse un nuevo caso de una niña embarazada como consecuencia de una violación. La menor, de 11 años y vecina de Amambai, en el sur del estado de Mato Grosso do Sul, era víctima de agresiones sexuales sistemáticas de su padrastro. La policía arrestó al hombre, que acabó confesando el crimen.

Pocas semanas atrás, Brasil había conocido un caso similar, el de una menor de 10 años violada por su tío. La niña abortó tras un fallo judicial que provocó la cólera de la ultraderecha. El Movimiento Legislación y Vida acaba de presentar una denuncia penal contra el médico que realizó esa intervención en la ciudad de Pernambuco. A la vez, el presidente Jair Bolsonaro decidió congraciar a la bancada parlamentaria evangélica y ordenó por decreto que se endurezcan los requisitos para las víctimas de violación que deseen interrumpir su gestación en un país donde solo hasta junio, al menos 642 niñas de 10 a 14 años fueron ingresadas en un hospital por esta razón.

A partir de ahora, y de modo «persuasivo», el personal médico deberá mostrarle a la mujer o niña el embrión o el feto a través de una ecografía. Pero, además, la nueva normativa establece que sea la policía la encargada de aportar a los médicos un «relato detallado» de la violación. La víctima, a la vez, debe ser «advertida expresamente» de que puede ser procesada por fraude y aborto ilegal si no puede probar su denuncia.

La semana pasada, más de 2.000 profesionales de la salud y el derecho pidieron la derogación del decreto por transgredir el Código de Ética Médica y los derechos constitucionales a la privacidad y confidencialidad. Aseguraron que se obstaculiza el acceso al aborto que la ley habilita cuando existe riesgo de vida para la gestante o el embarazo es resultado de un acto ilegal y violento.

La ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la pastora Damares Alves, respondió con el nombramiento de Teresinha de Almeida Ramos Neves como su asesora. «¡Aunque el feto sea resultado de una violación, la vida está por encima!», suele decir la nueva funcionaria. La figura de Alves empieza a cobrar mayor vuelo. De acuerdo con la revista Época , su fortaleza está vinculada a la capacidad para «capitalizar políticamente agendas que movilizan a la militancia bolsonarista», como la lucha contra el feminismo y el aborto.

La antropóloga Jacqueline Moraes Teixeira sostiene que Alves es el rostro de una conversión en el mismo seno del Estado. Alves no deja de recordar su ejemplo: fue violada por dos pastores a los 10 años. Quiso suicidarse con veneno para ratas. Desistió porque dijo haber visto al mismo Jesús. H