El Palacio de Westminster es un símbolo formidable de poder. La sede del Parlamento más antiguo del mundo es un edificio majestuoso. Pero tras la fachada imponente se esconde una decadente ruina de sótanos inundados, techos hundidos y tuberías picadas. El Palacio de Westminster «se enfrenta a una crisis inminente que no podemos ignorar», fue la conclusión el pasado año del comité conjunto de parlamentarios. Un veredicto que ahora se podría trasladar al escándalo de acoso sexual que azota el corazón político del país.

Si el edificio del Parlamento pertenece a otra era, lo mismo ocurre con la mentalidad obsoleta de algunos diputados y el trato con las mujeres de su entorno. Silenciadas durante mucho tiempo, las revelaciones sobre el productor de Hollywood Harvey Weinstein han abierto la espita de un torrente de acusaciones de acoso sexual en el Parlamento británico. Las historias son tan cotidianas como denigrantes. El diputado que pide un masaje a la secretaria, o que vaya a comprarle un vibrador. Al que se le van las manos a un pecho o un muslo de una joven periodista. El que la besa en la boca contra su voluntad. El que evitan sus compañeras en el ascensor o en los estrechos pasillos del edificio. El que hace propuestas libidinosas a la becaria, cuyo sueldo y futuro depende de él. El que suelta una grosería. El que humilla. Porque como Oscar Wilde señaló, «en el mundo todo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo. El sexo es poder».

Y de poder se trata. Una docena de diputados están siendo investigados, varios de ellos miembros del Gobierno. Hay quienes han sido suspendidos por sus respectivos partidos y algún caso está incluso en manos de la policía.

«Ciertos políticos parecen creer que se pueden comportar como quieran, una vez que están en el coto cerrado del Parlamento, sin miedo a las consecuencias», declaraba asombrado un ayudante, narrando desde el anonimato su experiencia laboral en Westminster. «En la fiesta de Navidad», recordaba, «vi a un grupo de diputados masculinos, me consta que casados todos ellos, tirando los tejos descaradamente a las ayudantes parlamentarias». Alice Bailey, que trabajó en un bar del Parlamento durante cuatro años, asegura haber recibido propuestas sexuales de 30 diputados.

El micromundo cerrado de Westminster ha propiciado durante largo tiempo el acoso. Cada diputado contrata directamente el personal para llevar su oficina. Los elegidos suelen ser jóvenes licenciados, militantes políticos en muchos casos, a los que se pide lealtad y total disponibilidad.

Cuando alguno de ellos se ha quejado en el pasado del comportamiento de su jefe, le han respondido que se calle si no quiere dar por terminada su carrera.

Ellas no denuncian por miedo a las represalias y el acoso sexual queda impune. La mujer que habla, lo paga. Es tachada de mentirosa, o de ser alguien que da problemas y queda estigmatizada.

NUEVA GENERACIÓN / Las cosas ahora empiezan a cambiar. Una nueva generación está utilizando las redes sociales y puntos de contacto como #metoo, o LabourToo, para revelar sus experiencias. Una cultura, que ha considerado el acoso y los abusos como algo normal, está en entredicho. Como bien apuntó Michael Fallon, obligado a dimitir como ministro de Defensa por comportamiento inapropiado en el pasado, «lo que era aceptable hace 15 o 10 años claramente no es aceptable ahora».

Theresa May reunió esta misma semana a los líderes de todos los partidos, que han acordado hacer limpieza y poner en marcha un mecanismo independiente para las quejas de las víctimas. El líder laborista, Jeremy Corbyn, pide que los diputados reciban formación sobre cómo manejar sus oficinas.

El problema no es exclusivo de Westminster. El Partido Nacional Escocés está investigando acusaciones de acoso sexual en el Parlamento de Holyrood. En Gales, un miembro del Gobierno regional, el laborista Carl Sargeant, se quitó la vida esta semana después de ser suspendido en su trabajo y militancia, por acusaciones, todavía no reveladas, sobre su conducta. Fuera del ámbito político, la BBC está investigando 25 casos de supuesto acoso sexual entre su personal, que también han salido a la luz a raíz de las revelaciones sobre Weinstein.