Humano, cercano, un tipo con humor y carismático. Los franceses perdonan los errores del presidente, sus chanchullos en la alcaldía de París, sus frases polémicas y sus incoherencias y se acuerdan del hombre pegado al terruño que apretaba manos, comía manzanas, tocaba el culo de las vacas y fumaba en su despacho. El que encarnaba «una cierta idea de Francia», como hubiera dicho el general de Gaulle. Ayer cientos de ciudadanos hacían horas de cola para entrar en el Palacio del Elíseo y expresar sus condolencias por la muerte del quinto presidente de la República francesa, Jacques Chirac.

«Fue quien mejor representó Francia y a los franceses. Con él desaparece una época, una belle époque. No ha habido nadie como él después», dice Nathalie, de 59 años, antes de someterse al control policial para acceder a las inmediaciones del palacio presidencial. Las puertas del Elíseo permanecerán abiertas al público hasta mañana. Ese mismo día se celebrará un homenaje popular en los Inválidos por deseo de la familia, que quiere que el acto cuente con la participación ciudadana debido a la fuerte relación que el expresidente mantenía con los franceses. «Todos los que le querían podrán venir», ha dicho el yerno de Chirac, Fréderic Salat-Baroux. El lunes se ha decretado día de duelo nacional y en las administraciones públicas y escuelas se guardará un minuto de silencio. En los partidos de fútbol que se disputen durante este fin de semana también se guardará un minuto de silencio. Emmanuel Macron no estará presente en los Inválidos pero sí en la misa que se oficiará en presencia del Gobierno y de líderes extranjeros en la iglesia de Saint-Sulpice de París. Chirac será enterrado el lunes en el cementerio de Montparnasse de París junto a su hija Laurence, muerta en abril del 2016.