Lo suyo era la cocina, pero acabó pasando más de cinco años en el penal cubano. Nunca le juzgaron ni le acusaron formalmente de nada. Marroquí de 50 años, Errachidi atiende a EL PERIÓDICO en una entrevista telefónica desde Tánger.

Como tantos marroquís, Ahmed Errachidi se marchó de Tángercuando tenía 18 años para buscarse la vida en Londres. Empezó lavando platos y, con el tiempo, acabó de chef en varios restaurantes. Después de un primer matrimonio, volvió a casarse en Tánger, tuvo hijos y durante una temporada vivió ilegalmente a caballo entre los dos países hasta que su hijo Imran fue diagnosticado de un problema del corazón. Fue entonces cuando tomó la decisión más aciaga de su vida. Necesitaba dinero para pagar el tratamiento, así que viajó viajó a Pakistán para importar bisutería semanas después del 11-S. Aquel pretendido viaje de negocios acabó en Guantánamo, donde pasó cinco años y medio encerrado. En la cárcel se ganó fama de “alborotador”: lo bautizaron como “el General”.

-Llega a Islamabad y pocos días después decide irse a Afganistán. ¿Por qué?

-Llegué en noviembre del 2001 y cada noche veía en el hotel las imágenes de los bombardeos. Toda aquella miseria humana. Mujeres, hombres y niños huyendo de las bombas. Pensé que tenía que hacer algo para ayudarles. La frontera estaba a poco más de 100 millas. Mi idea era ir a Afganistán unos días para hacer trabajo humanitario, luego volver a Islamabad, comprar los anillos de plata y volverme a casa.

-En Afganistán se vió enseguida atrapado por la guerra

-Me di cuenta que había poco que hacer, así que tras unos días en Kabul decidí volver a Islamabad. Crucé la frontera y la policía paquistaní paró el coche en el que viajaba. Los americanos estaban ofreciendo recompensas de 5.000 dólares y, como era árabe y extranjero, me pidieron que los acompañara. Serían solo dos días. Querían tomarme las huellas y que hablara con el FBI. En cambio, pasé 45 días en la prisión de Islamabad.

-De allí le llevaron a la base de Bagram en Afganistán…

-Yo nunca hice la guerra a los americanos ni estuve en en el campo de batalla, pero pasé allí 19 días y vi cosas horribles. Antes de trasladarme a Kandahar, mientras estaba maniatado, de rodillas y con la cabeza tapada, un soldado se acercó y me susurró: ‘A partir de ahora nosotros dictaremos cuando comes, cuando bebes y cuando cagas’. De allí me llevaron a Kandahar, donde estuve tres meses. Humillaban, torturaban y aterrorizaban a los prisioneros. Te traían perros a las 2 de la mañana. Te registraban a golpes. Te ponían música altísima con altavoces. Así cada noche.

-¿Cómo justificaron el traslado a Guantánamo?

-Me dijeron que no estaba en las listas negras, pero que me llevarían un par de meses a un sitio con mar, buen tiempo y buena comida. Luego me darían un billete y podría marcharme.

-¿Qué pasó al llegar a Guantánamo?

-Nos pusieron arrodillados como en la famosa foto, después de un viaje de 26 horas encadenado y con una bolsa en la cabeza. Me desmayé. Me llevaron al hospital y, tras darme una ducha, me dijeron que no tenía derechos. Luego me hicieron las primeras tres preguntas: “Conoces a Osama Bin Laden? ¿Conoces a los autores del 11-S? ¿Sabías del 11-S antes de que sucediera?

-¿De qué le acusaban?

-Decían que participé en entrenamientos en un campo terrorista de Kandahar en julio del 2001. Era mentira. Yo les decía que por entonces trabajaba en un hotel de 5 estrellas en Londres. Era fácil demostrarlo. Se lo dije a la inteligencia estadounidense y británica.

-¿Cómo eran los interrogatorios?

-Me torturaron durante 23 días ininterrumpidamente. Me esposaban y me dejaban en una misma posición durante 8 ó 9 horas, bajo temperaturas muy frías, como si estuvieras en una nevera. De allí me llevaban a la celda, me dejaban dormir dos horas, y me volvían a interrogar otras 8 ó 9 horas. Así un día tras otro. Me dieron palizas, me privaban del sueño, a veces me orinaba encima porque no me dejaban ir al baño. Después de unos días me empezaron a dar medicación para el hígado.

-¿Por qué le castigaron de esa forma?

-Por que hablaba inglés y no me callaba. Si veía abusos y humillaciones por parte de los soldados, lo decía. Antes de los 23 días de tortura, el interrogador me llamó. Yo organizaba protestas en el bloque de aislamiento por el maltrato o las ofensas al Corán, pero escuchaban las conversaciones. El interrogador me dijo: ‘Deja de ser el centro de atención, si no te van a hacer daño’. Él me puso el nombre de el General.

-¿Cómo fue el resto de su vida en Guantánamo?

-De los cinco años y medio, cuatro los pasé en aislamiento. Es un récord. Levanté la voz por los derechos de los prisioneros y por eso me hicieron pagar un precio muy alto. Fue horrible. Estás en un bloque de 22 celdas, cada uno en la suya, es como estar en una caja de metal, sin ventanas ni nada. Puedes oír a otros presos si gritas, pero no puedes verlos. Había otro tipo de aislamiento, en Campo Eco, un preso por bloque y un guardia. Ese es el peor. Si no cumples con las reglas, se redobla el castigo. Te quitan toda la ropa, te dejan en calzoncillos y te ponen en estas celdas heladas de metal. ¿Te lo imaginas?

-¿Cuándo informaron a su familia de dónde estaba?

-Después de cuatro o cinco meses en Guantánamo pude mandarles cartas a través de la Cruz Roja. Y hacia el 2004 mi familia contactó con los abogados de Reprieve (una oenegé británica). Vinieron a visitarme, empezaron a dar a conocer mi caso en los medios y a poner presión en la Administración de Bush.

-¿Cómo le sacaron?

-Hicieron el trabajo que tendría que haber hecho la CIA o el FBI. Yo le di a Reprieve los nombres de los hoteles y las agencias para las que había trabajado en Londres y así comprobaron que estuve trabajando en julio y agosto del 2011. También consiguieron los extractos bancarios y las citas del médico de aquella época. Todo eso se lo dieron a los americanos.

-Salió en abril del 2007, ¿cómo ha rehecho su vida?

-Tengo dos negocios y una familia pero, aunque haya recuperado la libertad, Guantánamo nunca te abandona, siempre lo tienes delante, no te sientes como una persona normal. Sabes además que la gente responsable de tu dolor no ha rendido cuentas. Y eso te amarga. Si el mundo no obliga a Bush, Chenney y Rumsfeld a rendir cuentas estará enviando el mensaje de que todo es mentira.