Seísmo, tsunami, Fukushima… la conocida secuencia ha vuelto a desenterrar arraigados temores en Japón. El fantasma de desastres naturales y crisis nucleares ha durado unas pocas horas, pero ha vuelto a demostrar que el desastre de Fukushima permanece indeleble en la psique nacional cinco años después.

Tokyo ha levantado al mediodía de este martes la alarma de tsunamis que había lanzado seis horas antes a causa de un seísmo de 7,4 grados, detectado a 50 kilómetros de la costa de la ciudad de Okuma (prefectura de Fukushima) a una profundidad de 25 kilómetros. Las olas más altas solo han alcanzado una altura de metro y medio en el puerto de Sendai, por lo que afortunadamente no han provocado daños graves ni víctimas mortales.

Un incendio en un complejo petrolero de Iwaki ha sido rápidamente sofocado. Los ciudadanos han sido despertados antes del alba con sirenas para que se dirigieran hacia los lugares más elevados y alejados de la costa, mientras el servicio de tren ha sido detenido por precaución en buena parte del país.

DIFERENTES MAGNITUDES

La reacción ha sido tan rápida como eficaz en el mayor seísmo desde que se aprobara la normativa post-Fukushima. La diferencia de magnitudes, sin embargo, impide conclusiones sólidas. Los 9 grados del terremoto de aquel 11 de marzo del 2011 generaron olas de hasta 40 metros que barrieron el litoral y dejaron casi 20.000 muertos.

Todos los focos han vuelto a apuntar a Fukushima. TEPCO, la compañía que gestiona su limpieza, ha informado de que la bomba del sistema de refrigeración de una piscina de combustible gastado ha dejado de funcionar, aunque que el sistema de emergencia la ha sustituido de inmediato sin que se hayan producido daños.

La velocidad de reacción supone la diferencia más notable respecto al 2011. TEPCO entonces arrastró los pies, informó tarde y mal yretrasó hasta lo irresponsable la refrigeración de los reactores dañados con agua salda para evitar arruinarlos.

DESCONTROL EN EL SECTOR

Fukushima desnudó los excesos de un sector podrido y enterró la suposición de que las compañías se preocuparían de las centrales para asegurar su inversión. TEPCO, la principal eléctrica del país y propietaria de la infausta planta nuclear, ignoraba grabaciones que mostraban grietas en sus instalaciones, presentaba breves reconocimientos como exámenes profundos y alardeaba de recortes en seguridad ante los accionistas. El Ministerio de Industria, tradicional trovador de los beneficios de la industria nuclear, era su teórico supervisor.

La posibilidad de otro Fukushima enfrenta al Gobierno y a las organizaciones ecologistas. Tokyo creó la Autoridad Reguladora Nuclear (NRA), un ente independiente para fiscalizar a la industria, y en el 2013 aprobó estándares de seguridad más rígidos. El nuevo marco añade 12 requisitos: sistemas más eficaces contra las fugas radioactivas, centros de coordinación para emergencias, previsión de actos terroristas, mayores protecciones contra desastres naturales, entre otros

Organizaciones ecologistas recuerdan que el riesgo cero no existe y menos en un país asentado sobre el llamado anillo de fuego, una de las zonas sísmicas más activas del planeta. Greenpeace también denuncia que la NRA es aún débil para limpiar el sector y que continúan vigentes prácticas dudosas como la contratación de subempleados sin formación en tareas de limpieza.

MOVIMIENTO ANTINUCLEAR

“Los riesgos de tsunamis han sido ignorados, los de ceniza volcánica no han sido examinados con seriedad y los del uso de plutonio han sido ignorados”, señalaba meses atrás a este diario Shaun Burnie, experto de Greenpeace.

Shinzo Abe, primer ministro, ha repetido que la energía nuclear es imprescindible para reactivar la economía de un país sin recursos naturales. El apagón nuclear post-Fukushima ha obligado aimportar petróleo y gas natural, y ha arruinado la balanza comercial.

Abe pretendía con la nueva normativa devolver la confianza a una sociedad aún traumatizada y contraria en su mayoría a la energía nuclear. Sus logros son escasos. Sólo dos de los 42 reactores han reabierto. Meses atrás recibió su último revés con la elección de Ryuchi Yoneyama en Niigata, la prefectura del norte. Su principal argumento electoral fue su oposición a reconectar Kashiwazaki-Kariza, la mayor central nuclear del mundo.