Cadena perpetua es la condena dictada por la Audiencia Territorial de Fráncfort contra Stephan Ernst, el principal encausado por el asesinato del político democristiano local Walter Lübcke, quien murió de un disparo en la cabeza cuando descansaba en la terraza de su casa la noche del 2 en junio de 2019. La cadena perpetua es la máxima pena prevista en la legislación alemana. Ernst no podrá ver reducida ni conmutada su condena durante los primeros 15 años de prisión, que tendrá que cumplir íntegramente.

El fallo da por probado que Ernst, un conocido militante neonazi de 47 años, fue el asesino de Lübcke y que el trasfondo fue político: el detonante fue la defensa pública y activa de la acogida de refugiados por parte de Lübcke, presidente del consejo municipal de Kassel, un distrito del centro de Alemania. Ernst fue, sin embargo, absuelto del intento de asesinato de un refugiado iraquí herido de gravedad tras ser acuchillado por la espalda en enero de 2016 en otro municipio de Kassel.

La familia de Lübcke había pedido la condena de Markus H., el segundo encausado por el asesinato del político local, por complicidad con Ernst. Este último, quien había reconocido su responsabilidad y después se había desdicho en diferentes versiones, había corresponsabilizado a Markus H. de la muerte de Lübcke.

El segundo encausado fue finalmente absuelto del asesinato y condenado a un año y seis meses de libertad condicional por posesión ilegal de armas. El tribunal no dio por probada su corresponsabilidad en la muerte del político local, como había asegurado Ernst en varias ocasiones a lo largo del juicio.

Relevancia histórica

La condena a Ernst tiene una especial relevancia en Alemania. Es la primera por el asesinato de un político a manos de un militante neonazi en la historia de la República Federal. La violencia ultraderechista ha dejado una larga lista de víctimas en el país más de 200 muertos desde la reunificación alemana en 1990, según la ONG Amadeu Antonio : tradicionalmente, refugiados, extranjeros o militantes de organizaciones de izquierda o antifascistas han sido los principales objetivos de los diferentes grupos terroristas neonazis.

El asesinato de Lübcke un conservador perteneciente a la CDU, el partido de Angela Merkel sorprendió a analistas de los movimientos ultras y supuso un salto cualitativo en el terrorismo neonazi de Alemania. Desde el atentado contra Lübcke, políticos locales de otros partidos con representación parlamentaria han denunciado ser víctimas de amenazas de muerte a través de correo electrónico, postal o en las redes sociales.

En el aire queda la cuestión de si el atentado contra Lübcke es obra de un lobo solitario como parece apuntar la condena dada conocer este jueves o forma parte de una red más amplía de un nuevo terrorismo ultra. El último caso conocido en Alemania de terrorismo ultra organizado fue el de la NSU (Clandestinidad Nacional Socialista), un comando conformado por dos hombres y una mujer, que operó entre 2000 y 2007, y dejó 10 asesinatos y varios atentados con coche bomba.

Los dos hombres aparecieron muertos en una caravana en 2011. Según la versión oficial, se quitaron la vida poco antes de ser detenidos. La única superviviente del comando, Beate Zschäpe, fue finalmente condenada también a cadena perpetua en julio de 2018, poco menos de un año después de que otro neonazi asesinase a Walter Lübcke.