Con un sentimiento de incertidumbre y, al mismo tiempo, de esperanza votaron este domingo los tunecinos para elegir a su futuro presidente de la República. Lo hicieron desde la normalidad y la madurez democráticas, pero con un elevado porcentaje de abstención. En el voto estaba muy presente la imagen de la Revolución de los jazmines que descabezó el régimen dictatorial de Ben Alí, a quien el pueblo envió al exilio de Arabia Saudí tras unas inéditas movilizaciones sociales que hicieron de Túnez una excepción de todo el norte de África y Oriente Próximo. El resultado oficial no se conocerá hasta el martes.El único país de la llamada primavera árabe que adoptó nuevos espacios de libertad y que dio una lección al mundo de convivencia entre las posiciones islamistas y liberales. Sin embargo, la crisis económica y social que movilizó entonces a los revolucionarios sigue persistiendo en un país con altas bolsas de desempleo. A ojos de los analistas, esta realidad explica la parca participación electoral. Los votantes tunecinosalrededor de 7 millones fueron llamados a las urnas participaron solo en un 45%, según explicó a este diario Hasna Ben Alimane, miembro del consejo de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE).

Incógnita

De entre la veintena de aspirantes, los sondeos vaticinaban dos grandes favoritos. Uno es Nabil Karaoui, el Berlusconi tunecino por su conocida faceta de magnate audiovisual. Un liberal, hombre de negocios, magnate de los medios de comunicación, en prisión desde el pasado mes de julio, acusado de "blanqueo de dinero y fraude". Los juristas aún no han definido qué puede pasar a partir de ahora con un presidente elegido en la cárcel.

El otor es el jurista Kais Said, cuyo lenguaje directo ha convencido a los más jóvenes. Otros candidatos con posibilidades son el laico Youssef Chahed, exjefe de gobierno; el islamista Abdelfatah Mourou y el exministro de Defensa, Abdelkrim Zbidi, del partido liberal Nida Tounes.El elegido en las presidenciales tiene como reto acabar con la sensación de parálisis que vive el país, además de combatir la corrupción y mitigar la desafección popular ocho años después de la Revolución.