La Conferencia de Seguridad de Múnich cerró ayer con la escenificación de las crecientes diferencias entre Estados Unidos y la Unión Europea, dos aliados tradicionales que ven cómo sus intereses internacionales divergen cada vez más.

El foro, fundado en la década de los 60 del siglo pasado como un punto de encuentro transatlántico donde europeos y estadounidenses alineasen posturas, mostró en su actual edición cómo las visiones sobre el tablero internacional de Washington y las principales capitales comunitarias toman caminos diferentes. Tanto las críticas abiertas al unilateralismo de la Administración Trump por parte del presidente federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, como la propuesta del presidente de Francia, Emmanuel Macron, de que la UE se independice militarmente de Estados Unidos así lo demuestran.

El más alto representante del Gobierno estadounidense en Múnich, el secretario de Estado Mike Pompeo, prefirió hacer oídos sordos a las críticas de sus aliados europeos y dibujó en su lugar un discurso triunfalista: «Ganaremos y lo haremos juntos», dijo.

El paulatino repliegue estadounidense del tablero internacional y sus tendencias proteccionistas hacen que China aparezca cada vez más como una alternativa económica y como una potencia militar ascendente con vocación de suceder a Estados Unidos como policía del mundo. La tecnología 5G procedente del gigante asiático, con la empresa china Huawei como principal caballo de batalla, está ganando defensores en el viejo continente.

Tanto Pompeo como la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi -demócrata y una de las grandes voces opositoras a Trump dentro de Estados Unidos-, se mostraron unidos al respecto: la Unión Europea no debería adquirir tecnología china por ser un instrumento de espionaje de la potencia ascendente.

Esa posición unificada, sumada al mensaje de optimismo con el que llegó Pompeo a Múnich, es interpretado por algunos medios alemanes como una muestra de que Estados Unidos está seriamente preocupado por la creciente influencia china en Europa. La victoria de Trump en las últimas elecciones estadounidenses es interpretada, no en vano, como una señal de decadencia por algunos socios tradicionales.

Los representantes de EEUU incluso llegaron a advertir de que la adopción por parte de Europa de la tecnología china podría comprometer la OTAN, una alianza creada para la lógica de la Guerra Fría, que sobrevivió a la caída del Muro de Berlín y cuya principal fuerza militar es la estadounidense.

Esas amenazas no parecen tener, de momento, gran impacto en los principales centros de poder de la UE: Londres y París apuestan por imponer duras condiciones a la adopción de tecnología de Huawei, pero se niegan a excluirla al 100% del mercado europeo. Mientras, la cancillera alemana Angela Merkel es una de las defensoras de que la empresa china no sea excluida de la UE, una posición que le ha valido críticas dentro de las filas de su propio partido, la CDU.

Libia también ha sido uno de los principales temas abordados en Múnich. «El embargo armamentístico se ha convertido en un chiste». Así de contundente fue la comisionada de la ONU para Libia, Stephanie Williams, sobre la violación de uno de los puntos de una declaración firmada en Berlín hace casi un mes sobre el país árabe, sumido desde hace años en una guerra civil. Williams dijo esto tras una reunión con el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, al margen de la conferencia de Múnich.

Representantes de doce países, la ONU, la Unión Africana, la UE y la Liga Árabe se reunieron paralelamente a la Conferencia de Seguridad para abordar cómo hacer cumplir los puntos acordados en la cumbre internacional sobre Libia celebrada hace un mes en Berlín, por iniciativa alemana y en un intento de impulsar el multilateralismo tan denostado por la Administración de Trump.