Vuelven los tiempos de la Escuela de las Américas, institución estadounidense creada en 1949 en tierras del Canal de Panamá. Sirvió para educar a varias generaciones de militares latinoamericanos. Eran los años de la Guerra Fría, una enorme partida global en la que EEUU y la URSS, aliados en la lucha contra el nazismo, se disputaban la hegemonía en el nuevo orden mundial.

En aquella escuela no se enseñaba democracia y libertad, que hubiera sido lo más lógico si se pretendía anteponer los valores del libre mercado a los del comunismo. Se concentraba en adiestrar a sus alumnos en técnicas de espionaje y lucha contrainsurgente en ciudades y zonas rurales. La doctrina anticomunista de aquellos años se basada en la teoría del dominó, "si caía un país, caerían los demás". Es la que arrastró a EEUU a Vietnam y Camboya, la que provocó una intervención constante en los asuntos latinoamericanos, una región que siempre han considerado su patio trasero.

En aquella escuela se diplomaron la mayoría de los dictadores que asolaron América Latina en los años 60, 70 y 80 del siglo XX, incluidos torturadores y asesinos que hicieron desaparecer a miles de personas en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Perú y Guatemala, por citar algunos. De ella surgieron las pautas guerreras que provocaron después masacres en Nicaragua, El Salvador, y más recientemente en Colombia.

NUEVOS OBJETIVOS

Los tiempos son otros, cambió el siglo, pero la mentalidad subyacente es la misma. El nuevo objetivo es Venezuela. Hablan de democracia a la vez que reconocen sin rodeos que el petróleo venezolano sería de gran ayuda para EEUU y sus empresas. El responsable de liberar Venezuela es Elliott Abrams, un experto en guerra sucia. En su amplio historial figura la creación de la Contra nicaragüense; también que mintió al menos dos veces al Congreso de su país. Una, al no decir la verdad del escándalo Irán-Contra; otra, al ocultar la matanza de El Mozote, en El Salvador, obra del Batallón Atlacatl, entrenado y armado por EEUU. En esa masce murieron cerca de mil personas, la mayoría mujeres y niños.

La estrategia guerrera de la Escuela de las Américas ha regresado a Washington de la mano de Abrams y de John Bolton, consejero de Seguridad Nacional con Trump. Fue uno de los cocineros de las mentiras masivas que desembocaron en la invasión de Irak en el 2003. Ahora quiere bombardear Irán y Corea del Norte, e intervenir en Venezuela. No es un bombero, se trata de un pirómano.

Hubo momentos gloriosos para la izquierda latinoamericana que siguieron a la caída de las dictaduras patrocinadas desde EEUU, con gobiernos progresistas, revolucionarios o postrevolucionarios en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Además de Cuba, un permanente grano en el culo convertido en foco revolucionario y fuente de imitación para decenas de guerrillas que se alzaron en armas con la esperanza de cambiar el mundo.

Poco queda de aquellas ilusiones. Muertos Fidel Castro y Hugo Chávez, dos caudillos carismáticos, las utopías han quedado en manos de tipos como Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, devenidos en imitadores de Somoza. Estaban los ejemplos de Lula, ahora en la cárcel por corrupto, del uruguayo José Mujica, retirado de la política, y poco más. Hasta el segundo Rafael Correa no tenía nada que ver con el primero, su impulso inicial izquierdista fue devorado por sus ansias de poder.

Es la misma mudanza que ha vivido Venezuela tras la muerte de Chávez. A la catástrofe económica se suma un deterioro político que permite hablar de un gobierno con aires dictatoriales, que manipula las elecciones, persigue a los opositores y a periodistas.

REBELDÍA

Además de los defectos de cada uno, lo que está en juego es algo más importante que los dirigentes y sus miserias, está en juego un espacio de rebeldía, de cuestionamiento del sistema capitalista, al menos en su versión más desbocada, y de búsqueda de instituciones eficaces. El mensaje de los años de la Escuela de las Américas, como el actual de Trump, es que no es posible alterar el rumbo ni apostar por una democracia más social. Todo cuestionamiento es acallado por las armas o a través de las sanciones económicas, que incluyen la demonización en los medios de comunicación.

Lo que se dirime en el mundo posterior a la crisis del 2008 es la autonomía de los estados frente a los mercados, y la de los ciudadanos ante ese poder absoluto que les niega un lugar para la disidencia. No es 1984 de George Orwell, es un remedo de El mundo feliz de Aldous Huxley.

Maduro tiene mala suerte. Además de la caída del precio del petróleo que le dejó sin apenas divisas, se enfrenta solo a Trump en medio de una América Latina que ha virado hacia la derecha. EEUU actúa como si siguiéramos en la Guerra Fría. Son los códigos que manejan Bolton y Abrams. Solo en oportunidades de negocio o comunistas, sin matices ni caminos intermedios.

DECLIVE

No parece que Trump tenga una estrategia regional más allá del enunciado clásico, el de "América para los americanos". Pero si buscamos entre líneas veremos que la guerra contra Maduro tiene un mensaje implícito a China, el primer acreedor de Venezuela, que no ha dejado de infiltrarse en América Latina con sus compras masivas de trigo, soja, carne, pasta de celulosa, combustibles, cobre y hierro.

Venezuela forma parte de una partida mundial que también se disputa en Asia, y en el terreno de las nuevas tecnologías en lucha con la empresa Huawei y su telefonía 5G. En estos combates, regionales o globales, no cuentan las personas, sus necesidades y sueños. Solo los balances.

Resulta curioso que mientras Trump trata de marcar territorio en América Latina, lo está abandonando en Oriente Próximo, sobre todo en Irak y Siria, ocupados de inmediato por Rusia y China, cada uno en su estilo. Y sucede en África, el continente olvidado. Caerá Maduro, Cuba entrará en otro periodo especial y Ortega seguirá impertérrito, como siempre. Las Américas serán para EEUU mientras que en la partida mundial ganará Pekín. El histrionismo estadounidense en su papel de gran jefe planetario es la prueba de que es un imperio que inició su decadencia.