La violencia sexual contra las mujeres es una práctica muy habitual durante el arresto y el interrogatorio en las cárceles mexicanas. Así lo ha denunciado Amnistía Internacional, a través de hasta 100 testimonios de víctimas que aseguran haber sufrido abusos psicológicos o acoso sexual por parte de las fuerzas de seguridad como método para obtener confesiones recogidas en el informe 'Sobrevivir a la muerte' presentado este martes.

Entre los testimonios recogidos, los fuertes golpes en el estómago, la cabeza y los oídos, las amenazas de violación contra las mujeres y sus familias, los procedimientos de semiasfixia, descargas eléctricas en los genitales, manoseo de los pechos y pellizcos en los pezones, además de las violaciones con objetos, dedos, con armas de fuego o con el pene, se han convertido en una experiencia común entre muchas de las mujeres presas en México.

'BIENVENIDA A LA FIESTA'

Uno de esos testimonios es el de Mónica, de entonces 26 años, que viajaba en un automóvil con su esposo y su hermano el 12 de febrero del 2013 cuando les dio el alto la Policía Municipal de Torreón, en el estado de Coahuila. Según su testimonio, al entrar en comisaría un oficial le dijo, “bienvenida a la fiesta”, y tras ver a su hermano y su esposo sentados, desnudos y ensangrentados, los policías le metieron la cabeza en una cubeta de agua varias veces, la asfixiaron con bolsas de plástico, la golpearon en las nalgas con un tablón de madera y la arrastraron por el suelo agarrándola del pelo.

Según Mónica, golpearon a su esposo con látigos con espuelas de metal y le desprendieron la piel de la pierna con un cuchillo mientras a ella le aplicaban descargas eléctricas en los genitales y las piernas. Entonces, según recoge el informe de Amnistía Internacional, otro policía la agarró y empezó a besarla bruscamente y a morderla en la cara y el cuello, para después violarla delante de su esposo y su hermano, convirtiéndose en el primero de otros seis hombres que la violaron y le obligaron a practicarles sexo oral.

Según el informe, estos actos de tortura y malos tratos resultan, en la mayoría de los casos, impunes, porque las autoridades no prestan atención a las víctimas en los juicios o porque ni siquiera se les realizan exámenes médicos tras las detenciones a pesar de que en muchos casos, las heridas son evidentes.

DEFICIENCIAS INSTITUCIONALES

Por ello, Amnistía vuelve, una vez más, a insistir en que la tortura es frecuente en el país centroamericano y recuerda que su existencia es, en muchos casos, debida a las grandes deficiencias institucionales y estructurales que permiten que se sigan dando estas situaciones. Según la oenegé, las autoridades mexicanas no investigan, enjuician ni castigan la violencia sexual contra las mujeres por parte de los funcionarios públicos en los centros de detención y muchas mujeres son despreciadas e insultadas si tratan de denunciar los abusos sufridos durante su detención.

Según el informe, estas prácticas se acostumbran a utilizar en muchos casos para obtener confesiones forzadas o falsas en el marco de la llamada "guerra contra el narcotráfico". Actualmente, todas las mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional permanecen en prisión, acusadas de delitos graves, y todas mencionaron algún tipo de maltrato físico o psicológico y no haber recibido atención médica. De las 100 entrevistadas, 72 denunciaron violencia sexual, 33 de ellas violación. Según el mismo informe, ninguno de sus torturadores está en prisión.

PRECEDENTES

En abril de 2016 se filtró a la prensa un vídeo que mostraba a policías y militares asfixiando a una mujer con una bolsa de plástico e interrogándola mientras gritaba. Quedó en el aire la cuestión de qué pudo suceder cuando se apagó la cámara. El vídeo escandalizó a la sociedad mexicana y provocó una disculpa pública sin precedentes del Secretario de Defensa y el Comisionado Nacional de Seguridad. Sin embargo, una disculpa no basta para que el Estado cumpla con su obligación de abordar la crisis de derechos humanos a la que se enfrenta México, en la que la tortura y otros malos tratos se han convertido en prácticas generalizadas en todo el país.