Dos niños se columpian en la zona de juegos de la colonia judía de Amona, en Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde 1967. Ajenos a que están en la tierra de una familia palestina, tampoco saben que quizás dentro de un mes ya no puedan jugar allí.

Amona es un “outpost”, una colonia de las que Israel considera ilegales. Según el derecho internacional, lo son todas. Nació en la cima de una colina con vistas al asentamiento de Ofra, al nordeste de Ramala, cuando en 1995 se hallaron unos presuntos restos arqueológicos.

En 1996 se instalaron las primeras caravanas, sin el beneplácito oficial del gobierno israelí, en tierras de agricultores palestinos despojados de sus árboles y cultivos.

Tras años de litigio, el Tribunal Supremo de Israel reconoció a varios agricultores como propietarios de los terrenos de Amona y ordenó demolerla en 2012. Pero una serie de retrasos por demandas del Estado dilataron el proceso, hasta que hace unos días, el Supremo marcó el 25 de diciembre como fecha límite para evacuar la colonia y destruirla.

En 2006, se demolieron por orden judicial algunas caravanas tras un desalojo de colonos que se convirtió en batalla campal y acabó con decenas de heridos.

MÁS DE 200 NIÑOS

Las 40 familias que viven en Amona, con más de 200 niños, aseguran que no se van a mover de sus casas. “Llevo aquí 13 años con mi esposa. Cuando llegamos, en 2004, teníamos cuatro hijos y ahora ocho, el mayor está sirviendo en el ejército, pagamos nuestros impuestos y nos vamos a quedar. El gobierno alentó a construir esto”, afirma Eli Greenberg.

Su vecino Nahum Schwartz, pionero de este asentamiento, defiende la misma versión. “Cuando Ariel Sharon era ministro nos dijo que empezáramos a construir casas”, recuerda Schwartz, que llegó a Amona en 1996.

“Esta tierra nos pertenece, fue un regalo de Dios en 1967”, dice Schwartz en referencia a la Guerra de los Seis Días, en la que Israel ocupó los territorios palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este, entre otras tierras. También Greenberg considera que Amona le pertenece por gracia divina.

Los dos, judíos ortodoxos, recalcan que antes de que los colonos instalaran sus caravanas, en Amona “no había nada”, ni rastro de cultivos, ni huella de palestinos. La documentación de la Administración Civil Israelí rebate estos argumentos y diversos palestinos de las poblaciones vecinas de Silwad, Taybeh y Ein Yabrud demostraron con documentos que las tierras eran suyas.

Las propiedades estaban inscritas en el registro que los jordanos elaboraron entre 1949 y 1967, cuando controlaban Cisjordania, y en el que luego realizaron los israelíes al ocuparla.

AYUDA DE UNA OENEGÉ

La palestina Mariam Hammad, de 82 años, relata con detalle que cuando tenía siete iba con su padre a los 24 dunam (2,4 hectáreas) de terreno que posee donde se construyó Amona “para ayudarlo a cultivar y recolectar toda clase de alubias y tomates”. “Me han robado la tierra y también me quieren quitar los recuerdos”, lamenta.

Desde hace 20 años no puede poner un pie en su terreno. “Lo intentamos, pero los colonos nos disparaban”, asegura. "Nada puede compararse a mi tierra, es como un hijo, no quiero dinero a cambio porque nada puede pagar su valor”, insiste la anciana.

Hammad llevó su caso a los tribunales, junto a otros nueve propietarios de terrenos en Amona, con la ayuda de la oenegé israelí Yesh Din. Los colonos se quejan de que “si no hubiera sido por estas oenegés de izquierdas, los palestinos ni se hubieran enterado de que tenían tierras aquí”.

COMPENSACIÓN ECONÓMICA

Greenberg propone “negociar con ellos y darles una compensación económica” para que cedan los terrenos. No contempla la posibilidad de devolverlos a sus dueños y aceptar la propuesta estatal de mudarse a unos centenares de metros de su casa, también en tierra palestina, pero no privada.

Greenberg y Schwartz confían en que nadie vendrá a desalojarlos gracias a un proyecto de ley impulsado por el ministro de Educación, Naftali Bennett, líder del partido nacional-religioso de ultraderecha La Casa Judía, y socio de gobierno del primer ministro, Binyamin Netanyahu.

La propuesta pretende legalizar de forma retroactiva todas las colonias hasta ahora ilegales a ojos de Israel que se fundaran con el respaldo del Gobierno, aunque solo fuera verbal. El proyecto de ley -que al principio causó fricción entre Bennett yNetanyahu y amenazó con dinamitar la coalición gubernamental- logró el apoyo del ejecutivo, y la Kneset (Parlamento israelí) lo aprobó en primera lectura.