El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, es actualmente uno de los “políticos más influyentes del mundo”, dice Andrés Mourenza, el periodista que junto a su colega Ilya Topper, ambos corresponsales desde hace años en Estambul, han escrito un libro sobre el ascenso político y la transformación de Turquía bajo la dirección del mandatario islamista. “La democracia es un tranvía: cuando llegas a tu parada, te bajas”, dijo en una ocasión Erdogan. Los autores se han hecho con parte de esta frase para titular el libro. Para Mourenza, Erdogan es un dirigente “con una gran capacidad de liderazgo y carisma, pero autoritario”.

¿Se ha bajado Erdogan del tranvía?

Este es un punto a debate. La reforma de la Constitución que entró en vigor el año pasado redujo los equilibrios democráticos, pero las elecciones siguen siendo, si no justas, sí libres. Las puede ganar la oposición, como hemos visto en Estambul. El sistema político actual de Erdogan se basa en una democracia controlada en la que cada vez cuenta menos la separación de poderes, pero en las que son las urnas las que dan el poder al líder.

¿A qué Turquía aspira Erdogan?

A un país moderno tecnológicamente, poderoso en lo económico y conservador en lo social y religioso, basado en el islam que promulgan los partidos islamistas mezclado con el nacionalismo turco. En definitiva, una Turquía que se parezca cada vez más a él mismo.

¿Qué ha aportado a la democracia turca?

Durante sus primeros años al frente del país hubo avances democráticos notables. Fueron los de acercarse a Europa y negociar la adhesión. En este marco se hicieron muchas reformas que antes no había hecho ningún otro partido político. Había un ambiente de debate sobre libertades, derechos y de ruptura de ciertos tabús. Fue cuando empezaron a celebrarse las marchas del orgullo gay, que ahora el mismo Gobierno las prohíbe. A Erdogan le interesaba entonces ese avance democrático para romper con ciertas estructuras anquilosadas de poder, principalmente las del Ejército y la judicatura. Pero cuando vio que la democratización no servía a sus propósitos puso el freno y se volvió autoritario.

¿Y qué motivo el giro ideológico?

Nunca un cambio político de estas dimensiones se hace de la noche a la mañana, sino de forma paulatina. Hay varias fechas claves. Todo empezó en el 2008, cuando se intentó ilegalizar su partido (el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y Erdogan concluyó que no podía trabajar con el viejo 'establishment'. Después, en el 2013 sucede la revuelta de Gezi y la ruptura con su antiguo aliado y hoy principal enemigo, Fethullah Gülen. Dos años más tarde se rompe el acuerdo de paz con los kurdos y en el 2016 se produce el golpe de Estado. Erdogan se siente traicionado y rodeado por enemigos, lo que contribuye a que se aísle y a que crea menos en la pluralidad. Y Turquía es un país muy plural en cuanto a ideas, lenguas e incluso religión. Eso es lo que le ha hecho caer en el autoritarismo. Se encierra más en sí mismo y la vía de la represión es la que más utiliza.

¿Erdogan ha llegado a demostrar que islam y democracia son compatibles?

No creo que ninguna religión sea incompatible con la democracia. Simplemente es incompatible cuando no son las leyes seculares las que rigen la vida, social, económica y política, sino las religiosas. En todo caso, en Turquía el laicismo ha calado mucho en la sociedad.

¿Cuáles son los principales rasgos de su personalidad política?

Uno de los más importantes es el tiene que ver con el sentimiento de haber sufrido diferentes injusticias a lo largo de su vida y que han acabado derivando en frustraciones y en su continua búsqueda de la venganza. No se olvida nunca de estas cosas y sabe que siempre conseguirá poner en su sitio a los que le han atacado. Esto es algo que ha influido mucho en su carrera política. Otra característica es el sentimiento de grupo, algo que siempre ha explotado mucho, ya de pequeño en su barrio y luego como miembro de una cofradía islámica y de un partido. Erdogan ya no tolera las críticas y más si vienen de alguien cercano. Lo acaba considerando una traición.

¿En qué medida la negativa a que Turquía entrara en la UE ha influido en la deriva autoritaria?

Desde luego que ha influido. Pero la responsabilidad de que fuera así fue de los dos bandos. Los obstáculos de Merkel y Sarkozy hicieron que Erdogan se interesara cada vez menos en las reformas ¿Para qué seguir con ellas si no iba a entrar en la UE? Turquía es un país con mucho amor propio. Si dices a los turcos que no les quieres, entonces ellos te dicen que ellos tampoco te quieren a ti. Erdogan representa esta visión.

¿La pérdida de Estambul supone el inicio del declive político de Erdogan?

Probablemente Erdogan ya ha llegado al zénit de su poder. Así que puede ser que a partir de ahora empiece su declive, que puede ser muy largo porque las próximas elecciones presidenciales son en el 2023. Tiene tiempo suficiente para maniobrar, para arreglar la economía que es una de las razones por la que parte de sus votantes le pueden dar la espalda. Pero Erdogan siempre ha sido muy hábil, tiene un buen olfato político. Ahora bien, si no deja de gobernar el partido y el país como un coto privado puede ser que pierda apoyos imprescindibles para conseguir la reelección. En todo caso, a Erdogan se le ha anunciado la muerte política muchas veces y nunca ha pasado.

Ya se habla de fisuras en el partido…

Las hay. Ahora que han perdido Estambul, algunos han empezado a mostrar su malestar en público, lo que no pasaba antes. Los rumores indican que a partir de otoño se va a presentar un nuevo partido formado por antiguos dirigentes del AKP apartados de la dirección.

Tras las purgas después del golpe de Estado ¿el Ejército sigue siendo el garante del laicismo oficial?

El papel del Ejército en Turquía siempre se ha sobrevalorado. Las intervenciones de los militares en los últimos 70 años para lo único que han servido es para hacer más irresponsable a la clase política que, en lugar de solucionar los propios conflictos políticos, sabía que el Ejército le sacaría las castañas del fuego. Los militares son culpables también del islamismo actual. Tras el golpe de Estado de 1980, el más importante que ha tenido el país, se reforzó la influencia de las cofradías islámicas en la educación con el objetivo de luchar contra la izquierda. Los militares se dieron cuenta del error y volvieron a intervenir en los 90, contra Erdogan, entre otros, y eso reforzó su aura de mártir.

A Erdogan se le llegó a considerar el puente entre oriente y occidente ¿lo sigue siendo?

Turquía, que es muchos más que Erdogan, lo sigue siendo. Nunca debemos olvidar que Turquía es un país europeo, mediterráneo y que además tiene un pie en Oriente Próximo y en el inicio de Asia occidental. Durante toda la historia ha estado siempre ligado a Europa. Siempre ha servido de puente, como España lo es entre América Latina y Europa. No creo que España y Turquía sean civilizaciones separadas. El concepto mismo de civilización es muy problemático, pero considerar que España y Turquía, que han tenido un largo contacto a lo largo de la historia, como dos civilizaciones separadas es totalmente erróneo. Culturalmente, España tiene más en común con Turquía que, por ejemplo, con Suecia.