Ángela Rodicio (Ribadavia, 1963), periodista y escritora, lleva casi 30 años cubriendo Oriente Próximo para TVE. Acaba de publicar ‘Las novias de la yihad’ (premio Espasa 2016), ensayo periodístico en el que se ha adentrado con testimonios de primera mano en el fenómeno de las jóvenes occidentales atraídas por el islam radical que lo dejan todo para unirse al Estado Islámico.

-¿Qué impulsa a chicas adolescentes occidentales a viajar a Siria e Irak para unirse al Estado Islámico? -El motor de este viaje mental y luego físico es el conflicto interior de una nueva generación de adolescentes que buscan llenar de repente su vacío existencial con las promesas que les hacen por internet de participar en esta utopía que para los musulmanes sunís radicales es el califato de la época de los abasidas, siguiendo a un líder que se cambió de nombre y se puso Al Baghdadi, de Bagdad.

-¿Cuántas europeas se han unido a los yihadistas? -No hay cifras exactas. Se calcula que de Europa Occidental han partido 5.000 combatientes, sobre todo del Reino Unido, Francia y Bélgica, aunque también de Dinamarca y Holanda. Al menos el 10% son chicas jóvenes listas para casarse con yihadistas, que incluso cuentan con un consultorio matrimonial ‘online’. La mayor parte de chicas casadas en matrimonios temporales provienen de Francia, un 25%, y las siguen las inglesas y las alemanas.

-¿Cuál sería el perfil de estas jóvenes? -Son hijas de padres inmigrantes de países musulmanes y cristianas o de otra religión convertidas al islam y radicalizadas rápidamente por internet. Chicas desarraigadas, con una vida familiar deficiente, sin comunicación con sus padres. Dan el paso de irse a vivir el sueño del Estado Islámico buscando dar un sentido a ese vacío existencial propio de un adolescente. En el primer caso, así también subrayan su voluntad de independencia. Vulnerables y permeables, las convencen siempre por internet…

-¿Qué les prometen? -Les venden que se van a casar con un marido que libera pueblos y que ejerce la justicia del califato viviendo en grandes mansiones y luchando por unos ideales de la edad dorada del islam. Creen que ahora mismo están viviendo la época de la ilustración del islam. Esperan vivir las mil y una noches y al final se encuentran con las miles y una noches… de terror.

-¿Cuál es la realidad, el infierno que les espera? -Creen que van a participar en un proyecto ideal y al llegar allí las convierten en esclavas sexuales, las compran y las venden. A algunas las regalan como trofeo, como aquellas dos adolescentes austriacas, de origen bosnio, que llegaron a Raqqa sin saberlo sus padres. Dos chicas rubias, de ojos azules, guapísimas, convertidas en trofeo sexual para la élite de los guerrilleros del Daesh, de origen checheno. Al llegar se encuentran una pesadilla, una paranoia absoluta. Y una de dos: o se suman y se vuelven más locos que ellos, o se pegan un tiro, porque ya no pueden volver.

-¿Cómo las engañan tan fácilmente? -Más que lo que les venden, debemos plantearnos qué no les estamos proporcionando desde aquí. Estas chicas buscan un arraigo que no hallan en su entorno. Por esto son tan vulnerables a esta radicalización exprés. La comunicación es esencial y los propios yihadistas lo saben: controlan la red, saben realizar vídeos a nivel casi de Hollywood y son maestros psicológicos del engaño. Han encontrado terreno abonado en este vacío existencial de adolescentes que de repente ven la luz en proyectos totalmente equivocados. Se lo facilitan todo por internet, vendiéndoles un universo fácil…

-Ni siquiera se fían de medios incluso más próximos al universo cultural musulmán. -Si escarbas un poco ves que no hay ningún medio que respeten, ni tampoco los suyos propios, ni Al Jazira, ni Al Arabiya, ninguno. Parten de la base de que todos los medios pertenecen a ‘holdings’ de comunicación con intereses económicos y políticos ocultos. No es que no se fíen de ellos, ¡desconfían absolutamente! Solo confían en lo que ven por internet, lo consultan todo allí, las 24 horas. Y allí encuentran a sus ‘consejeros’, a quienes preguntan cualquier cosa, incluso si deben obedecer a sus padres…

-¿Qué porcentaje de chicas han logrado escapar de sus ‘amos’ yihadistas? -Mínimo, quizás un 10%. Las pocas que han regresado son sobre todo musulmanas de origen que se fueron estando ya casadas. Algunas han vuelto viudas. Pero de las adolescentes que se fueron y las convirtieron en esclavas sexuales no ha vuelto ninguna. Se han quedado en el camino, han muerto en el intento. Entre ellas se incluyen las que huyeron de incógnito y llamaron luego a sus familias pidiendo ayuda. Aunque algún Gobierno ha intentado ayudarles, no lo han conseguido.

-¿Cuál sería el antídoto para evitar estas fugas al infierno yihadista? -Es una cuestión muy compleja que debemos examinar con mucha parsimonia, desde todos los ángulos. Tampoco hemos de caer en el buenismo. Igual que los inmigrantes que llegan a Occidente deben adaptarse a nuestras reglas de convivencia, aquí debemos entender que huyen de guerras que hemos provocado con nuestras fronteras artificiales y nuestra sed económica de aprovecharnos de sus recursos naturales. Debemos usar sistemáticamente todos los medios a nuestro alcance para evitarlo, y el principal es la comunicación. Y ante la radicalización exprés por internet, están los programas de desradicalización, que ya se aplican en Austria y Francia.