El Partido Laborista está intentando frenar el aluvión de críticas por antisemitismo. La última ha sido la del exrabino en jefe británico, Jonathan Sacks, que ha calificado de ofensivo un discurso que hizo Jeremy Corbyn hace cinco años, antes de ser elegido líder laborista, en el que afirmó que los sionistas (los que defienden la creación de un Estado judío en Oriente Próximo) británicos no conocían la historia ni entendían la ironía inglesa. Sacks lo comparó con el famoso alegato de Enoch Powell de 1968 contra la inmigración y la ley antidiscriminatoria que querían aprobar en el Parlamento.

En el último mes se han publicado varias informaciones sobre la presunta hostilidad de Corbyn contra los judíos. La primera fue sobre el viaje del 2014 a Túnez, donde pronunció el controvertido discurso y donde le fotografiaron con una corona de flores junto a una placa en honor del fundador de Septiembre Negro, el grupo detrás del asesinato de los atletas israelís en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Corbyn explicó que las flores eran para las víctimas del ataque aéreo israelí contra el cuartel general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez en 1985.

«AMIGOS» DE HAMÁS Y HEZBOLÁ / También se publicó que en el 2010 fue el anfitrión de una conferencia sobre el Holocausto en la que un superviviente judío de Auschwitz convertido en antisionista comparó el régimen nazi con la política de Israel. En otro vídeo del 2009 llamaba «amigos» a las organizaciones islamistas Hamás y Hezbolá y criticaba al Gobierno británico por considerar a Hamás un grupo terrorista. «En el pasado busqué justicia para los palestinos y paz entre Israel y Palestina, en ocasiones participé en actos con personas cuyos puntos de vista rechazo, por esto pido perdón por la ansiedad y preocupación causadas», se disculpó Corbyn.

Las críticas por antisemitismo contra los laboristas empezaron en el 2016, cuando la diputada Naz Shah sugirió que el Estado de Israel debería ser trasladado a EEUU y Ken Livingstone, exalcalde de Londres, afirmó que cuando Hitler ganó las elecciones en 1932 su política era enviar a los judíos a Israel y que «fue sionista antes de volverse loco y matar a 6 millones de judíos». Ambos fueron suspendidos por el partido.

En el congreso laborista del año pasado se aprobó una moción presentada por el grupo judío de la formación para cambiar la definición de antisemitismo en sus estatutos por considerarla demasiado indulgente. «Si fijamos la definición, empezaremos a fijar la relación con la comunidad judía», aseguró Mike Katz, vicepresidente del grupo. En julio, la ejecutiva del partido adoptó en su código de conducta la definición de «antisemitismo» de la organización internacional que vela por la memoria del Holocausto (IHRA), pero tan solo incluyó 7 de las 11 acepciones por considerar que podrían limitar críticas legítimas a la creación del Estado de Israel.

La exclusión de las cuatro acepciones exacerbó a la comunidad judía y a buena parte del laborismo. Los tres principales sindicatos exigieron que se modificara el código para respetar todas las creencias del partido. Varios miembros de origen judío rompieron su carné. Y la veterana diputada Margaret Hodge llamó a Corbyn «racista antisemita» cuando se lo cruzó por los pasillos del Parlamento. «Tenemos que hacer algo, este problema está sacudiendo nuestros pilares», admitió John McDonnell, la mano derecha de Corbyn. La ejecutiva laborista discutirá el próximo miércoles si adopta la definición completa «antisemitismo» de la IHRA.