La pendiente argentina se inclina cada vez más hacia el abismo. Pocas horas después de una multitudinaria manifestación contra los efectos sociales de la política económica, el ministro de Economía, Hernán Lacunza, confirmó los rumores aciagos que iban de boca en boca de los inversores: el Gobierno de derechas del presidente presidente Mauricio Macri ordenó se vio obligado a pedirle al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a sus acreedores aplazar sus compromisos externos e internos a corto y largo plazo. Con las arcas del Banco Central exhaustas, lo que Lacunza llamó las "dificultades de liquidez", Argentina volvió a tropezar con una histórica piedra y reconocer que no puede pagar la deuda contraída en tiempo record. El lenguaje del ministro intentó ser pródigo a la hora de cubrir el sol con un dedo: Lacunza habló de un "reperfilar" los vencimientos con el FMI previstos para 2020 y 2023. El anuncio había sido en los hechos anticipado negativamente por los mercados con subas del precio del dólar y caída de las acciones y bonos.

"El Gobierno procura despejar el horizonte financiero a corto, mediano y largo plazo, no sólo de este mandato sino también del próximo, para disipar los riesgos de incumplimiento implícitos en las cotizaciones de los papeles argentinos", explicó Lacunza.

El FMI, que en 2018 y tras la presión de la Administración Trump aprobó un préstamo sin precedentes de 57.000 millones de dólares, utilizados por el Gobierno especialmente para financiar la fuga de capitales, esperaba en los últimos días semajante confesión de impotencia. El organismo dijo no obstante que seguirá "al lado de Argentina en estos momentos desafiantes" y que "entiende" que había que "salvaguardar las reservas". Con escaso entusiasmo confirmó que analizará el "impacto" de las medidas que fueron anunciadas.

El 28 de agosto de 2019 fue un día negro para Macri, cuyo sueño de ser reelegido en los comicios del 27 de octubre casi no parece aceptar la posibilidad de un milagro. En 2016, apenas asumido, el Gobierno llevó a cabo el mayor ciclo de endeudamiento de la historia argentina. Al iniciar la gestión, la deuda representaba el 37,6% del PIB. Como se pidieron 188.000 millones de dólares a los mercados y el FMI, en la actualidad el pasivo supera el 100%. Cuando faltan pocos meses para concluir su período, el macrismo enfrenta una imposibilidad tan temida como anticipada. Los analistas auguran un horizonte de mayores dificultades, mayor depreciación de la moneda nacional e imposibilidad de afrontar los compromisos externos.

SIN LIDERAZGO POLÍTICO

La suerte del Gobierno fue echada desde el momento en que la misión del FMI que estuvo en Buenos Aires hizo saber que la situación argentina podía empeorar debido a que Macri había perdido gran parte de su poder político a dos meses de las presidenciales en las que el peronista Alberto Fernández aparece como incuestionable favorito. En las actuales condiciones, el FMI se ha resistido a desembolsar 5400 millones de dólares pendientes de su acuerdo de 2018. La respuesta de Lacunza fue anunciar la suspensión de pagos. El Gobierno envió a su vez al Parlamento un proyecto de ley para reestructurar la deuda local.

Semanas antes de las primarias que en Argentina funcionan como un resultado anticipado de las elecciones, Macri había descartado toda posibilidad de un horizonte financiero semejante entre otras cosas porque se sentía respaldado por "el mundo". Los principales líderes occidentales, dijo, simpatizaban con su giro neoliberal. Pero el presidente quedó en esas primarias a 15 puntos de distancia de Fernández que son en principio irremontables el 27 de octubre. A partir de su derrota, se ensancharon vertiginosamente las grietas de la economía. La moneda nacional se depreció más de un 30% desde el 12 de agosto. El Gobierno ha intentado responsabilizar a Fernández de la crisis por haber criticado severamente a Macri y al FMI y considerarlos corresponsables de lo que ocurre. "Todas las fuerzas políticas queremos ganar las elecciones, pero no es excusa para poner en riesgo la estabilidad de todos los argentinos", dijo Lacunza. El peronista esta vez decidió llamarse a silencio.