Ayer, Bashar el Asad, según su aparato de propaganda, se levantó tranquilo. Como siempre, sin demasiadas preocupaciones, se vistió de traje, agarró su maleta y se fue, como cualquier otro día, al palacio presidencial de Damasco. «Buenos días, gente resistente. Las almas de Dios no serán humilladas», dijo en un tuit.

La capital siria, aunque Asad quisiera mostrar que nada había pasado, se había levantado bastante antes. Eran las cinco de la madrugada y desde las mezquitas, como cada día a esa hora, empezaba a sonar la primera de las cinco llamadas a la oración.

MÚSICA Y FUEGO / Entonces, a la música que emanaba de los minaretes de las mezquitas le salió un competidor: desde el cielo, retumbó el mil veces anunciado ataque estadounidense. Duró 50 minutos, en los que, según el Pentágono, fueron lanzados más de 100 proyectiles, que destruyeron un centro de investigación científica en Damasco y dos centrales de almacenaje de gas sarín en los alrededores de Homs. Las instalaciones quedaron completamente destruidas e inútiles; pero estaban completamente vacías. No murió nadie.

«Nuestros sistemas de defensa han confrontado la agresión americana, británica y francesa contra el pueblo sirio. Hemos derribado 13 misiles», aseguró ayer la agencia estatal de noticias siria, SANA, que añadió que a causa de la acción solo tres personas habían resultado heridas. «Esta agresión no lleva a ninguna parte -dijo en un comunicado el alto mando militar sirio-. Solo sirve para incrementar la determinación del pueblo sirio a defender su soberanía, dignidad y seguridad».

Justo antes del ataque, Estados Unidos dio el aviso a Rusia. Moscú, entonces, pasó el mensaje. «Nos han avisado minutos antes. Además, todas las bases militares habían sido evacuadas desde hace unos días», explicó un oficial del Gobierno sirio a la agencia Reuters.

Por la mañana, con los primeros rayos de sol, varios cientos de personas se manifestaron en el centro de Damasco en contra de los ataques. Los protestantes alzaban los dedos en señal de victoria, bailaban, hacían sonar las bocinas y blandían retratos de Asad y las banderas siria, rusa y iraní. «Somos tus hombres y tu gente, Bashar», gritaban. Es gracias a Rusia e Irán que el régimen de Asad, después de siete años de guerra, aún sigue en pie.

El presidente sirio, más tarde, habló: «Esta agresión no hace más que reforzar la determinación de Siria de continuar la lucha y aplastar el terrorismo sobre cada pedazo de tierra», dijo Asad, según su Gobierno, en una conversación telefónica con el presidente iraní, Hasan Rohaní.

RESPUESTA AL ATAQUE QUÍMICO / Damasco, confirmó Naciones Unidas, atacó con armas químicas a la población civil en al menos 27 ocasiones, lo que supone la violación de la ley humanitaria internacional y las Convenciones de Ginebra.

La última vez, de confirmarse la autoría de Asad, habría sido el fin de semana pasado: unas 80 personas murieron intoxicadas en la ciudad de Duma, antes en manos rebeldes y hace dos días capturada por el Ejército de Asad. El ataque de EEUU, Francia y Gran Bretaña de ayer, de hecho, es en respuesta a ese suceso.

«Declaro sin tapujos -dijo ayer por la mañana el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei- que el presidente estadounidense, el presidente francés y la primera ministra británica son unos criminales. Han cometido un crimen».

Según los aliados de Bashar el Asad, el ataque químico sobre Guta fue una fabricación. Rusia, de hecho, el pasado viernes, acusó al Reino Unido de inventárselo. «Condenamos la manipulación y la fabricación de excusas con la finalidad de invadir un país independiente», dijo Jamenei. Ayer, la misión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) llegó a Duma para investigar el suceso y, según anunciaron, sus pesquisas seguirán pese el ataque de Trump.

Todos los estados aliados de la OTAN -incluida la propia España- se apresuraron a celebrar el ataque contra Asad, que, según Trump, ha cumplido con su objetivo y no tendrá más continuación. También lo hizo Turquía, cuyo papel en Siria es complicado.

Ankara apoya a la oposición siria y desea que Asad sea depuesto. Pero, a la vez, por sus malas relaciones con EEUU y la Unión Europea, ha estrechado lazos con Rusia e Irán. El papel turco, en estos últimos meses, ha consistido en un juego de equilibrios y retórica para no enemistarse con nadie. Ayer, sin embargo, jaleó el ataque contra Asad. «Damos la bienvenida a esta operación. Habría sido impensable no reaccionar ante el régimen sirio. Ha sido un ataque apropiado», dijo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.