Estados Unidos acusó a Irán del ataque aéreo que el sábado alcanzó dos refinerías petroleras de Arabia Saudí, el mayor exportador de crudo del mundo, un ataque que ha provocado el mayor aumento de los precios del petróleo desde la Guerra del Golfo de 1991. Las acusaciones estadounidenses fueron acompañadas de la publicación de varias fotografías tomadas por satélite que muestran los objetivos golpeados y sugieren que al menos 17 misiles se lanzaron sobre las procesadoras de petróleo saudís, aunque no todos hicieron blanco. En consonancia con la postura estadounidense, Riad afirmó que los ataques se produjeron con armas iranís y negó que procedieran de Yemen. Por el momento, Donald Trump huyó de los juicios categóricos, pero dijo que las armas de EE UU están «cargadas» y preparadas para responder.

Este último ataque en el Golfo Pérsico no solo ha reavivado los temores a una nueva confrontación militar en la región, sino que podría acarrear consecuencias económicas globales por su impacto sobre el suministro de petróleo. Cerca del 50% de la producción saudí ha quedado noqueada, lo que supone una reducción de 5.7 millones de barriles diarios. Esa cantidad equivale al 5% del suministro mundial, una perturbación en el mercado superior a la que se dio tras la invasión iraquí de Kuwait en 1990 o tras la Revolución Islámica iraní en 1979.

Los precios a futuro del barril Brent llegaron a aumentar un 19% tras la apertura de los mercados, pero se fueron moderando durante la jornada después de que EEUU o los Emiratos Árabes anunciaran su intención de emplear sus reservas estratégicas para suplir el recorte saudí. Fuentes del reino saudí sostienen que pasarán meses hasta que el país pueda volver a sus niveles normales de producción, según Reuters.

El ataque del sábado fue reivindicado por las milicias hutís que luchan contra la coalición saudí en la devastadora guerra de Yemen, unas milicias a las que Washington y Riad acusan de estar aliadas con Teherán. El Pentágono sostiene que las instalaciones fueron bombardeadas con drones y misiles de crucero y que, por la orientación del impacto, tuvieron que proceder de Irán o Irak, donde el Estado chií cuenta con numerosos aliados.

Sin embargo, Naciones Unidas dijo recientemente que Teherán ha proporcionado drones y misiles a los hutís, un armamento que habría aumentado significativamente su capacidad para atacar a sus enemigos saudís.

LA RESPUESTA / El domingo Trump se reunió con el Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca y aparentemente condicionó su respuesta a las conclusiones que extraiga la monarquía de los Saud. «Tenemos razones para saber quién es el culpable, estamos cargados y listos dependiendo de la verificación, pero esperaremos a que el Reino señale a los responsables y diga bajo qué términos deberíamos actuar», afirmó.

El líder estadounidense ya empleó una expresión muy similar a la de «cargados y listos» en junio, después de que Irán abatiera un avión estadounidense no tripulado en el Golfo. Trump explicó después que acabó cancelando las represalias estadounidenses 10 minutos antes de que comenzara el ataque tras ser informado de que podían causar 150 bajas iranís, una cifra que consideró desproporcionada. Aquel paso atrás enfureció a algunos de sus lugartenientes, como el recientemente defenestrado asesor de seguridad nacional, John Bolton.

El ataque contra las instalaciones de Aramco se puede interpretar como un ataque directo contra EEUU, ya que desde finales de la segunda guerra mundial ambos países han mantenido una férrea alianza que se sostiene sobre el principio de petróleo a cambio de seguridad. Aunque la revolución del fracking ha reducido notablemente la dependencia estadounidense del oro negro saudí y le ha servido para lograr su anhelada autosuficiencia, nada indica que Washington haya renunciado a ser el garante de la seguridad saudí. También atenta contra la llamada Doctrina Carter, con la que EE UU se arrogó la responsabilidad de mantener la estabilidad de los flujos de petróleo en el Golfo Pérsico.

A expensas de la decisión que adopte la Casa Blanca, sus aliados saudís han expresado su intención de responder al ataque. «El reino está dispuesto y es capaz de hacer frente a esta agresión terrorista», ha dicho el hombre fuerte de la monarquía saudí, el príncipe heredero Mohammed Bin Salman. Como suele suceder en estos casos, Teherán ha negado cualquier responsabilidad en el bombardeo contra las refinerías de Aramco, al tiempo que avisaba de estar preparado para una «guerra total».

En los últimos meses han proliferado los ataques contra intereses petroleros en el Golfo, una dinámica que algunos analistas achacan a la decisión estratégica de Irán de elevar los costes de la guerra económica que EEUU ha lanzado contra su país desde que se salió del acuerdo nuclear firmado por Teherán con las grandes potencias.

Todo indica que la primera víctima de este último ataque será la diplomacia. El Gobierno iraní ha confirmado que no habrá reunión entre su presidente Hassan Rouhani y Trump durante la próxima Asamblea General de Naciones Unidas, un encuentro en el que ha estado trabajando la diplomacia francesa. «Ni existe semejante plan en nuestra agenda ni se producirá», dijo uno de los portavoces de Rouhani.