"Soy consciente que los resultados durante mi Gobierno fueron bien recibidos por una parte de la población. Pero reconozco que también he defraudado a otros compatriotas. A ellos les pido perdón de todo corazón", escribió en su cuenta de Facebook Alberto Fujimori. Más que arrepentimiento, sus palabras tuvieron la levedad del lenguaje de las redes sociales, otro gesto de autoindulgencia del hombre que marcó con su apellido la década de los 90.

Pese a su origen japonés le llamaron 'el chino'. Surgió como un emergente de la "antipolítica" y venció a Mario Vargas Llosa en las elecciones presidenciales. El ingeniero de la sonrisa inescrutable pronto mostró su verdadero rostro: utilizó la lucha contra Sendero Luminoso para castigar a los adversarios, disolvió el Congreso, encabezó un sistema de corrupción y sobornos en todos los poderes estatales, de la mano del excapitán y monje negro Vladimiro Montesinos. Fue reelegido por una sociedad todavía adormecida y cuando quiso perpetuarse cometió fraude. Las protestas sociales lo obligaron a abandonar el poder. Se escapó. Lo extraditaron en el 2006. Cuatro años después le llegó la condena a 25 años de prisión por 25 asesinatos llevados a cabo por un grupo del Ejército.

La esterilización

Las huellas indelebles dejadas por el fujimorismo se reconocen en la literatura peruana, en autores tan diversos como Ricardo Uceda ('Muerte en el Pentagonito'), Santiago Roncagliolo ('Abril rojo'), José Carlos Agüero ('Los rendidos'), o en el cine: 'Mariposa negra', de Francisco Lombardi, o 'La cicatriz de Paulina', de Manuel Legarda. Precisamente este último filme está relacionado con uno de los episodios más atroces de esos años y por el cual apenas dos meses atrás un grupo de colectivos sociales ha intentado que caiga sobre 'el Chino' una nueva sentencia: la esterilización forzada de 236.000 mujeres llevada adelante entre 1996 y el 2000. El Programa de Planificación Familiar se ejecutó sobre la base de un engaño. Además provocó centenares de fallecimientos de madres durante partos múltiples y miles de huérfanos.

Fujimori vuelve a casa con la certeza de un legado activo: sus hijos Keiko y Kenji, un partido que tiene mayoría parlamentaria y una parte de la sociedad que aún lo valora. Montesinos, su Rasputín, le había profetizado hace cinco años el fin de sus penurias. La condena, dijo el excapitán, quien también cumple cadena perpetua, "algún día será declarada nula". Solo se equivocó en los detalles jurídicos (hubo un indulto), no en los hechos.