Boris Johnson tiene hasta el sábado para persuadir al Parlamento británico de las bondades del nuevo acuerdo sobre el brexit aprobado ayer en Bruselas. Ese día está previsto que, en sesión extraordinaria matutina, sea debatido y sometido a votación el nuevo texto, que en un 95% es el mismo que negoció Theresa May. Johnson presionará con todas las armas disponibles para que sea ratificado, de manera que el 31 de octubre el Reino Unido deje la Unión Europea de manera ordenada.

El desafío en el que Johnson apuesta su futuro político es de envergadura. Una enorme batalla, porque el primer ministro carece de la mayoría necesaria y debe contar con subir a bordo para que el acuerdo despegue a los euroescépticos conservadores radicales, los rebeldes tories que expulsaron del partido por oponerse a un brexit sin acuerdo, algunos laboristas antieuropeos y los diez diputados del Partido Unionista Democrático (DUP). Estos últimos, sus aliados en la Cámara de los Comunes, son una pieza fundamental y su aprobación crucial, pero ya rechazaron el nuevo acuerdo. Johnson advierte y repite que no habrá una nueva prórroga.

La líder del DUP, Arlene Foster, y Nigel Dodds, su portavoz parlamentario, indicaron en una serie de comunicados durante la jornada que no apoyarían el pacto «en los términos actuales». De acuerdo con el DUP, «estas propuestas no benefician desde nuestro punto de vista el bienestar económico de Irlanda del Norte y socavan la integridad de la Unión». Tres son los asuntos a los que ponen objeciones: el nuevo espacio aduanero, la gestión del IVA y el llamado «principio de consentimiento», un mecanismo de control que residirá en la Asamblea de Irlanda del Norte, con la posibilidad de que esa institución revise cada cuatro años el acuerdo y lo apruebe por simple mayoría.

El DUP quiere tener el poder de veto. Según Dodds, el pacto «reescribe el Acuerdo de Belfast» y el DUP animará a otros diputados a rechazarlo. Los unionistas son duros negociadores, como bien sabe May, que nunca llegó a convencerles y en tres ocasiones votaron en su contra.

Las fuerzas de la oposición tampoco aceptan el acuerdo, aunque con eso se contaba de antemano. «Tal y como está no podemos apoyar este acuerdo y nos opondremos en el Parlamento. Ni siquiera está claro que tenga el apoyo de sus aliados del DUP, o de muchos de sus aliados entre sus propios diputados», señaló Jeremy Corbyn.

El líder laborista estima que lo alcanzado por Johnson es «un acuerdo peor que el de Theresa May». Corbyn quiere ahora que sean los ciudadanos los que tengan la última palabra en un referéndum, en el que se decidiría entre votar el pacto de Johnson o permanecer en la Unión Europea. De momento a esa propuesta le faltan suficientes votos y muy probablemente no será presentada el sábado, a la espera de mejor ocasión.

Para ganar la votación en la Cámara de los Comunes, Johnson necesita 320 votos. Actualmente hay 287 votos de diputados conservadores. El primer ministro debe evitar cualquier intento de rebelión interna y hacerse además con el apoyo de los 23 antiguos diputados conservadores, que tras su expulsión son parlamentarios independientes. Sin los diez votos del DUP, Johnson sigue necesitando que algunos laboristas y exlaboristas, ahora independientes también, le apoyen.

En la tercera votación del acuerdo de May el 29 de marzo hubo cinco diputados laboristas y dos exlaboristas independientes que votaron a favor. Esa cifra podría ser ahora más elevada. El resultado estaría muy ajustado, teniendo además en cuenta la posibilidad de que haya abstenciones.

El presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, echó una mano a Johnson, aumentando la presión a favor de la ratificación. «Tenemos un acuerdo, no hay razón para una ampliación, debe ser completado ahora», dijo.