El coronavirus ha entrado de lleno en las células de la campaña electoral en EEUU. La crisis amenaza con asestar el mayor golpe al plan de Donald Trump para conseguir la reelección apoyándose en la fortaleza de la economía. De igual manera, ha marcado las primarias demócratas y también el debate celebrado el pasado domingo entre el exvicepresidente Joe Biden, que se afianzó como claro favorito, y el senador progresista Bernie Sanders.

Todo tiene estos días la huella de la epidemia. El debate fue en Washington aunque inicialmente se iba a celebrar en Arizona, uno de los cuatro estados que mantienen hoy sus primarias pese a las crecientes medidas para tratar de evitar los contagios, incluyendo cierres obligatorios en otros dos que votan, Illinois y Ohio (el cuarto es Florida). Se celebró solo ante los moderadores, sin público ni sala de prensa y spin. Y el saludo chocando el codo de los dos candidatos, sus atriles separados casi dos metros, fueron un gráfico recordatorio de la vida alterada por el coronavirus y sus riesgos, acentuados en personas de la edad de Biden (77 años) y Sanders (78).

La crisis, o cómo responder, permitió a ambos mostrar acuerdo en la crítica a la gestión de la emergencia que está haciendo Trump, con Sanders denunciando como «inaceptable que esté dando sin parar información no factual que confunde al público», subrayó. Pero fue también la puerta para recordar las dos visiones profundamente distintas de la política que representan sus candidaturas.

CRÍTICAS AL SISTEMA / Biden tuvo el mejor de sus debates, se mostró relajado, conciso y reforzó la imagen de moderación y de «presidenciable» que ha contribuido a darle victorias en 15 de las últimas 21 primarias. Habló de la crisis como una guerra («y en guerra haces lo que sea necesario hacer para cuidar de tu gente», dijo), y prometió un plan «multimultimillonario» para hacer frente a los gastos asociados con la crisis, desde pruebas y tratamientos hasta compensaciones por pérdidas de salarios.

Sanders encontró el vehículo perfecto para ahondar en su crítica al sistema general y al sanitario en particular, «débil y disfuncional», frente al que propone la sanidad universal gratuita. «Una de las razones por las que no estamos preparados es que no tenemos un sistema, tenemos mil planes privados de seguros», dijo. «No está preparado para ofrecer sanidad a todo el mundo en un buen año, sin una epidemia».

Partiendo de esos dos planteamientos, el enfrentamiento estaba asegurado, y mientras Sanders decía que había que «tener el valor de enfrentarse a la industria de sanidad» afeando a Biden que su campaña reciba donaciones de esa industria, el vicepresidente contratacaba usando el ejemplo de Italia para espetar que la sanidad pública «no soluciona el problema».

Era el choque profundo entre un candidato que propone cambios graduales sobre el legado de Barack Obama y el que plantea una revolución. Y frente al idealista Sanders, que pone el dedo en la llaga de problemas estructurales, Biden aprovechó la coyuntura: «La gente quiere resultados, no una revolución. Tenemos problemas que resolver ahora».

También el resto del debate, aunque sin la crispación de otros, a ratos similar a un coloquio, intensificó los ataques mutuos por un complicado historial. El exvicepresidente sacó a colación puntos oscuros del senador en temas como las armas de fuego o las declaraciones defendiendo logros de Cuba. Mientras, Sanders dejó en evidencia a Biden por posiciones hoy impensables en el partido demócrata como algunas restrictivas en derechos de los homosexuales o el aborto, apoyo al fracking o a la guerra de Irak, propuestas de recortes en la seguridad social y a leyes de bancarrota que protegieron a las empresas de crédito...

Era por parte de ambos una mirada al pasado algo incómoda o incoherente cuando la angustia y la incertidumbre ciudadanas están tan presentes. Biden dio la noticia al comprometerse a elegir a una mujer como vicepresidenta, y Sanders, matizando que su prioridad será una progresista, replicó que él «con toda probabilidad» lo haría de lograr la nominación. Sus opciones, no obstante, son casi nulas y por eso el debate también era una oportunidad para Biden de intentar acercarse a la base más a la izquierda del partido. La desaprovechó, pero tendrá más opciones para seguir intentándolo. Se afianza como favorito.