El coronavirus ha entrado de lleno en las células de la campaña electoral en Estados Unidos. La crisis amenaza con asestar el mayor golpe al plan estratégico de Donald Trump de buscar la reelección apoyándose en la fortaleza de la economía y puede abrir un flanco de debilidad por su gestión. De igual manera, ha marcado las primarias demócratas y también el debate celebrado este domingo entre los aspirantes a medirse con Trump el 3 de noviembre: el exvicepresidente Joe Biden, que ha salido del encuentro manteniendo la condición de claro favorito cimentada en los espectaculares resultados conseguidos desde Carolina del Sur, posiblemente incluso reforzándola, y el senador progresista Bernie Sanders.

Todo tiene estos días la huella de la epidemia. El debate se trasladó a Washington aunque inicialmente se iba a celebrar en Arizona, uno de los cuatro estados que mantienen sus primarias el martes pese a las crecientes medidas para tratar de evitar los contagios, incluyendo cierres obligatorios en otros dos de los estados que votan, Illinois y Ohio. Se celebró solo ante los tres periodistas moderadores, sin público ni las tradicionales salas de prensa y “spin’. Y el saludo chocando el codo de los dos candidatos, sus atriles separados casi dos metros, fueron el gráfico recordatorio de la vida alterada y los riesgos que presenta COVID-19, especialmente acentuados en personas de la edad de Biden (77 años) y Sanders (78).

El coronavirus, o cómo responder ante su amenaza, permitió a ambos mostrar acuerdo en la crítica a la gestión de la emergencia que está haciendo Trump, con Sanders denunciando que “está minando a los médicos y científicos” y es “inaceptable que esté dando sin parar información no factual que confunde al público general”. Pero fue también la puerta para recordar las dos visiones profundamente distintas de la política que presentan sus dos candidaturas.

El mejor debate de Biden

Biden, que en el que posiblemente haya sido el mejor de sus debates se mostró relajado y reforzando la imagen de moderación y elegibilidad que ha contribuido a darle victorias en 15 de las últimas 21 primarias, habló de la crisis “como una guerra y en guerra haces lo que sea necesario hacer para cuidar de tu gente”. Sanders, mientras, encontró el vehículo perfecto para ahondar en su crítica a un sistema de salud cuyos problemas están afectando a la respuesta ante la epidemia y para defender la idoneidad de su propuesta de la sanidad universal gratuita. “Una de las razones por las que no estamos preparados es que no tenemos un sistema, tenemos mil planes privados de seguros”, dijo. “Ese no es un sistema preparado para ofrecer sanidad a todo el mundo en un buen año, sin una epidemia”.

Partiendo de esos dos planteamientos, hubo enfrentamiento. Sanders planteó que había que “tener el valor de enfrentarse a la industria de sanidad (y seguros)”, afeando a Biden que su campaña reciba donaciones de esa industria. Y el vicepresidente contraatacó usando el ejemplo de Italia para espetar a Sanders que la sanidad pública “no soluciona el problema”.

A lo que ninguno de los dos dedicó tiempo, en los 40 minutos de las dos horas de debate centrados en el coronavirus, fue a plantear propuestas concretas de cómo ayudar a los ciudadanos y trabajadores de EEUU que van a sufrir el grave impacto económico, especialmente ahora que empiezan cierres de escuelas y negocios y las pérdidas de sueldo.

Contraste intensificado

También el resto del debate, aunque sin la crispación vista en otros y a ratos más parecido a un coloquio, intensificó el contraste entre un candidato que propone cambios graduales sobe el legado de Barack Obama y el que plantea una revolución. Y los dos se lanzaron ataques por sus propuestas y su largo historial. Sanders cuestionó a Biden por votos y posiciones hoy impensables en el partido demócrata como el apoyo a la guerra de Irak, a propuestas de recortes en la seguridad social o restrictivos en cuestiones como aborto o derechos de homosexuales y el exvicepresidente sacó a colación puntos oscuros del senador en temas como armas de fuego o las declaraciones defendiendo logros del régimen de Cuba. Era por parte de ambos una mirada al pasado algo incómoda o incoherente en un momento en que la angustia ciudadana es tan presente y la incertidumbre ante el futuro tan elevada.

Una vicepresidenta

Biden aprovechó para dar la noticia de la noche, comprometiéndose a elegir a una mujer para que le acompañe en el ‘ticket’ como vicepresidenta y Sanders, matizando que su prioridad será buscar a una progresista, replicó que él “con toda probabilidad” también lo haría de lograr la nominación.

Sus opciones, no obstante, son cada vez más mínimas, y por eso el debate también era una oportunidad para Biden de intentar acercarse a la base más a la izquierda del partido que respalda al socialista demócrata, aunque la desaprovechó. Ya había estado preparando el terreno en los últimos días, sumando a su programa una propuesta de reformas a una ley de bancarrota planteadas por Elizabeth Warren y respaldando parcialmente el plan de Sanders de dar educación universitaria pública gratuita, y en el debate el posiblemente no avanzó todo lo que quería hacia esa meta.

Seguirá intentándolo, sin duda. Porque llegó al debate como claro favorito. Y lo sigue siendo.