Con las encuestas claramente a su favor y el entusiasmo demostrado por los demócratas en los casi 18 millones de votos anticipados y por correo que ya se han emitido para las elecciones del 3 de noviembre, la noche no invitaba a los golpes de efecto, las salidas de tono ni los titulares rimbombantes. Y Joe Biden cumplió a rajatabla. El demócrata aprovechó su town hall en Filadelfia para hacer lo que Donald Trump no le dejó hacer en el primer debate entre ambos: explicar detalladamente su programa y demostrar que encarna tras medio siglo en los pasillos del poder la estabilidad que buena parte del país anhela. No tuvo que exhibir más que sensatez, respeto y conocimiento de los entresijos de la política para dejar patente el abismo que separa a los dos candidatos.

Es evidente a estas alturas que Biden que no tiene la magia de Obama, Clinton o Reagan para hacer soñar a las masas, pero en esta campaña no ha tenido más que erigirse en antídoto a los últimos cuatro años de furia, división y ruido para dar credibilidad a su candidatura. Es lo que buscó anoche respondiendo a las preguntas del público con calma o deteniéndose con mucho detalle a veces, demasiado-- en sus planes para hacer frente a la pandemia o acabar con los abusos policiales. Desde el principio quedó claro que se las sabe todas y conoce bien la letra pequeña de cualquiera de los grandes asuntos, ya sea la política exterior como la hoja de ruta de su partido para transformar el tejido energético del país y combatir el cambio climático. Y aunque ha perdido agilidad, no es el anciano senil que Trump se esfuerza en presentar.

Sin hacer de las críticas al presidente el eje central de su conversación en Filadelfia, Biden le reprochó una vez más que no dijera la verdad sobre los riesgos del coronavirus. Dijo que no se lo quiso decir a nadie porque tenía miedo que los estadounidenses entraran en pánico. Pero los americanos no entran en pánico. Es a él a quien le entró el pánico. El demócrata le acusó de estar más preocupado de las Bolsas que de liderar el país y dijo que bajo su Administración pondrá los recursos necesarios sobre la mesa para que tanto los negocios como los colegios puedan operar con garantías de seguridad.

De momento el demócrata ha sorteado al virus con una campaña que sigue evitando los eventos multitudinarios y con el uso constante de la mascarilla, aunque su número dos, la candidata a la vicepresidencia, Kamala Harris, ha tenido que suspender temporalmente sus actos después de que dos de sus asesores dieran positivo.

Propenso tradicionalmente a los deslices, el ex vicepresidente de Barack Obama está demostrando una notable disciplina en esta campaña, en la que también ha vadeado sin demasiados problemas los escándalos que le han querido atribuir los medios de la derecha en relación a los negocios de su hijo Hunter en el extranjero. Anoche no tuvo que volver a explicarse. El moderador de ABC News, George Stephanopoulous, asesor en su día de Bill Clinton, no le hizo la vida demasiado difícil.

Pero sí insistió en la pregunta de cómo reaccionará si los republicanos imponen a su candidata en el Tribunal Supremo antes de las elecciones, como todo parece indicar. No quiero que ese sea el titular de mañana y sirva para desviar la atención de lo que están tratando de hacer los republicanos, afirmó. Ante la réplica del moderador, se comprometió a desvelar antes de las elecciones si apostará por ampliar el número de jueces del tribunal, como muchos le piden en su partido.

Biden vadeó los escollos de la noche sin demasiados problemas, demostrando que se le da mejor el formato reposado de los town hall que las peleas de gallos de los debates cara a cara. Y estuvo particularmente inspirado al refutar los éxitos de Trump en política exterior que le planteó un votante del presidente. El América, primero no ha logrado más que hacernos América sola, dijo tras esgrimir con detalle el daño a la reputación del país y a sus alianzas tradicionales causado por el republicano.

Para acabar, una pregunta que nadie en su partido quiere hacerse: ¿qué dirá si pierde las elecciones? Podría decir que he sido un mal candidato, que no he hecho bien mi trabajo. Pero espero no tener que decir que estamos tan divididos racialmente, etnicamente y religiosamente como este presidente quiere hacernos creer.