Más de un mes después de que una antigua asistenta de su época de senador le acusara de agresión sexual, Joe Biden salió ayer por primera vez al paso de las alegaciones que han ensombrecido su candidatura. «No son ciertas, eso nunca sucedió», afirmó de forma tajante en un comunicado, poco antes de abordar el tema en una entrevista con la MSNBC. El candidato demócrata a la Casa Blanca aseguró que el relato de su acusadora «está plagado de inconsistencias», pero no quiso cuestionar sus motivos e insistió en que no le consta que Tara Reade presentara una denuncia formal contra él en 1993, el año en que se habría producido la agresión.

La acusación de Reade ha añadido un nuevo elemento de incertidumbre a la candidatura oficiosa del demócrata, quien está teniendo muchas dificultades para acaparar un mínimo de atención informativa desde que comenzó la crisis del coronavirus. Su partido está nervioso y, aunque ha cerrado filas, llevaba días reclamando que diera la cara para responder a las alegaciones. Su silencio ha sido aprovechado por los republicanos para acusar de hipocresía a sus rivales políticos.

«Las mujeres tienen derecho a ser escuchadas, pero en cada uno de los casos lo que importa es la verdad», dijo Biden en la entrevista. En el suyo, la verdad sigue siendo una incógnita. El nombre de Reade apareció por primera vez en la esfera pública hace poco más de un año, cuando se sumó a otras siete mujeres para acusarle de haberlas incomodado con gestos excesivamente afectivos. Ese relato cambió a finales de marzo. Reade explicó en otra entrevista que, en 1993, Biden la empujó contra una pared en un lugar semiprivado del Capitolio, le metió la mano debajo de la falda y la penetró con los dedos. La acusadora sostiene que presentó en su día una protesta formal por acoso en el Congreso, pero no recibió copia de la denuncia.