Con medio país cerrado por el coronavirus, tres estados desafiaron la lógica que poco a poco se va imponiendo a lo largo y ancho de Estados Unidos y mantuvieron sus primarias para escoger al candidato demócrata a la presidencia. Decenas de miles de personas fueron a votar, una imagen que podría no repetirse en una larga temporada, dado que la pandemia está también trastocando los viejos usos de la política. El extraordinario contexto creado por el virus no sirvió sin embargo para alterar la trayectoria de esta carrera, convertida en un monólogo desde finales de febrero. Joe Biden se impuso con suma autoridad a Bernie Sanders en Florida, Illinois y Arizona, consolidando su ventaja en delegados y dejando la nominación prácticamente vista para sentencia.

Matemáticamente quedan todavía casi el 40% de delegados por repartirse, pero ni la inercia de los últimos resultados, ni el calendario ni la sólida coalición electoral conformada por Biden dejan apenas espacio para la remontada de su rival. Tampoco la emergencia sanitaria le permitirá a Sanders explotar sus puntos fuertes. El covid-19 ha paralizado virtualmente la campaña. Ya no hay mítines al uso, ni voluntarios buscando votos puerta a puerta ni bancos de llamadas repletos de seguidores entusiastas. Lo poco que sigue funcionando es la propaganda electoral, pero su impacto a estas alturas es irrelevante, como demuestra que Sanders gastara más dinero en los tres estados en liza de este martes y perdiera en los tres por amplios márgenes de diferencia.

Aplazamientos

De cara al futuro, todo es incertidumbre. Cuatro estados ya han aplazado sus primarias y se espera que otros sigan su ejemplo a medida que se imponen los confinamientos. Ohio fue el último en hacerlo. Debía haber votado este martes y, aunque un juez se empeñó en que el ritual democrático siguiera adelante, su gobernador invocó la emergencia sanitaria para desafiar su dictado. En el resto de estados se adoptaron medidas como mínimo inusuales. Supervisores de mesa con mascarilla y guantes de látex. Toallitas y geles desinfectantes a disposición de los votantes. Y equipos de limpieza trabajando a destajo. Florida impidió que se votara en las residencias de ancianos, usadas habitualmente como centros electorales.

Nada de eso impidió que algunos colegios se quedaran sin manos por la decisión de muchos interventores de curarse en salud y quedarse en casa. En Chicago hubo largas colas para votar, imágenes que desafiaron la distancia social recomendada por las autoridades. Por suerte, buena parte de los votos se emitieron por correo o de forma anticipada en los tres estados, reduciendo hasta cierto punto los riesgos de contagio.

El resultado de la noche fue tan concluyente como predecían las encuestas. Biden ganó en Florida por más de 40 puntos; en Illinois por más de 30, y en Arizona le sacaba a Sanders 12 puntos con solo el 6% del voto escrutado. También los sondeos a pie de urna fueron tajantes. Al preguntarle a los electores en qué candidato confían más para pilotar el país en tiempos de crisis, el vicepresidente de Barack Obama barrió de forma incontestable. En Arizona, donde más estrecho fue el margen, le sacó 32 puntos de diferencia a su rival.

A estas alturas en 2008, Barack Obama aventajaba a Hillary Clinton por 100 delegados. Cuando acabe esta noche, Biden liderará por el triple de diferencia, escribió anoche en las redes sociales, David Axelrod, el cerebro electoral de Obama. Ningún demócrata ha remontado nunca semejante déficit. La carrera por la nominación se ha acabado. Solo falta saber si Sanders tirará en breve la toalla o se empeñará en llegar hasta la Convención. Como él mismo dijo la semana pasada, ha ganado la batalla ideológica y generacional de estas primarias. No solo ha capturado la imaginación de los jóvenes, que ambicionan un cambio profundo, sino que ha logrado que el partido se desplace significativamente hacia la izquierda. Pero al mismo tiempo ha perdido el pulso por la elegibilidad. Y ya no parece haber vuelta atrás.

Biden se ha ofrecido a incorporar a su programa propuestas de Sanders y de Elizabeth Warren, la otra candidata, ya defenestrada, de la izquierda. El martes por la noche volvió a tender la mano a sus seguidores. Puede que Sanders y yo no estemos de acuerdo en las tácticas, pero compartimos una visión común, dijo en una comparecencia sin público. Y tuvo también palabras específicas para esos jóvenes que han convertido a su contrincante en una figura de culto. Os escucho, sé lo que está en juego, sé lo que tenemos que hacer, les dijo Biden.