Edwige trabaja en el puerto de Calais y vive desde hace cuatro años en la calle Gravine, la que lleva directamente al campo de inmigrantes que todo el mundo conoce como 'la jungla'. Nunca ha tenido ningún problema. Los inmigrantes hablan con sus hijos y sus hijos con ellos.

Sin embargo, este lunes se ha sumado a la protesta de transportistas, comerciantes, agricultores y vecinos que han bloqueado desde primera hora de la mañana la autovía de circunvalación de la ciudad portuaria, la ruta en la que los inmigrantes levantan barreras por las noches para abalanzarse sobre los camiones e intentar llegar a Inglaterra.

Denuncian las agresiones que sufren y el perjuicio económico que acarrea la presencia del campamento. La población de migrantes ha aumentado de manera exponencial en los últimos meses. Hay unos 7.000, según las autoridades locales, una cifra que las asociaciones elevan a 10.000. Los manifestantes exigen al Gobierno una solución inmediata.

“La situación se está volviendo cada vez más difícil. El puerto pierde mucho tráfico, los clientes tienen miedo porque los inmigrantes atacan los camiones, bloquean la autovía, prenden fuego y ha habido muchos accidentes”, resume Edwige a EL PERIÓDICO mientras se pone una camiseta con el eslogan ‘I love Calais’.

“La policía no da abasto para impedirles llegar al puerto. Son muchos y muy violentos”, añade. Responsables de P&O Ferries, una de las empresas que opera en el puerto, aseguran que en los últimos cinco meses hay un 40% menos de vehículos comerciales y que muchos evitan hacer la travesía del canal de la Mancha por las noches.

En la cadena humana que se une a pie con los camiones y los tractores que serpentean la autovía, hay muchos vecinos como Nicole, una jubilada que ondea la enseña azul y blanca de la ciudad y denuncia una presión migratoria insoportable.

MEDIDAS EUROPEAS

“Hemos llegado a un nivel de violencia inaudito. El presidente francés y los gobiernos europeos deben adoptar medidas, porque esto es demasiado. Los calesianos no somos gente racista,contrariamente a los que se dice, pero tienen que ayudarnos económicamente”, se queja. También pide una inmigración “controlada”, a diferencia de Jerôme, de 40 años, que admite abiertamente estar en contra de la inmigración.

“Incluso si tienen problemas en sus países de origen no deberíamos dejarles venir, porque lo que se hace es desplazar el problema. Yo soy francés de toda la vida y la cultura francesa se está perdiendo”, dice, atacando la política europea muy en línea con el ideario ultraderechista. “Es una mascarada. Estamos casi en una dictadura, no se pide la opinión del pueblo”, prosigue.

Calais lleva más de 15 años enfrentada al drama de la inmigración y la deficiente gestión europea de la crisis migratoria ha llevado a la ciudad al borde de la implosión con un número creciente de refugiados procedentes en su mayoría de Siria, Irak, Irak, Afganistán, Sudán y Eritrea.

DIVISIÓN SOCIAL

La población está cada vez más dividida pero en lo que todos coinciden es en desconfiar de las promesas del ministro del Interior,Bernard Cazeneuve, que el pasado viernes prometió desmantelar el campamento en el que los refugiados se hacinan en condiciones infrahumanas.

“Cazeneuve ha venido ocho veces pero es un político y le va a pasar la patata caliente al próximo Gobierno. No creo que vayan a cambiar mucho las cosas”, comenta un vecino.

Las asociaciones humanitarias, por su parte, alertan de que destruir 'la jungla' dispersará a la mayoría de los migrantes y agravará no solo sus condiciones de vida sino las consecuencias negativas que la protesta de este lunes pretende denunciar. Además, creen que complicaría la labor de la policía y de los voluntarios e impediría la protección de los más vulnerables, especialmente los menores, unos 900, y las mujeres.