Bolivia está en el aire y no solo porque La Paz, su capital política, se encuentra casi a 3.700 metros sobre el nivel del mar. Evo Morales ya no es presidente y con él se fueron el vicepresidente Álvaro García Linera y la línea de sucesión natural en el Congreso. Al cierre de esta edición, no existía una autoridad ejecutiva. La Asamblea Legislativa tampoco había aprobado la dimisión de Morales, aunque los integrantes del oficialismo, que son mayoría absoluta, recibieron una carta del exmandatario en la que explica de nuevo las razones del abandono del poder y, a la vez, insinúa una hoja de ruta a corto o medio plazo.

De un lado, señaló que como «presidente indígena» se vio obligado a «evitar que los golpistas sigan persiguiendo» a los defensores de su Gobierno e impere la violencia. Al mismo tiempo, aseguró que «mañana será el momento de la reorganización y el paso al frente en esta lucha que no termina con estos tristes sucesos». No quedó claro en los fragmentos conocidos de la misiva a cuándo se refiere cuando habla de «mañana». Lo que sí quedó claro a las pocas horas fue que Evo aceptaba la oferta de asilo hecha por el Gobierno de México. «Les informo de que hace unos momentos recibí una llamada del presidente Evo Morales mediante la cual ha respondido a nuestra invitación y solicitó verbalmente y formalmente el asilo en nuestro país», explicó anoche el ministro de Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard.

La oposición empuja para que la conservadora Jeanine Áñez, segunda vicepresidenta del Senado, asuma el cargo como presidenta interina. «Me corresponde hacerlo con el único objetivo de llamar a nuevas elecciones», dijo ayer. La Organización de Estados Americanos instó al Congreso a resolver pronto esta cuestión para «asegurar el funcionamiento institucional». Mientras no suceda, la vida política boliviana estará en el limbo. El Movimiento al Socialismo (MAS), el partido hasta hace horas gobernante, no quiere acelerar los cambios.

En la calle, casi nada funciona en Bolivia. Los comercios están en su mayoría cerrados. Algunas calles dejan ver las cicatrices de la violencia del fin de semana que dejó 20 heridos. Morales pidió a los trabajadores públicos, médicos y maestros («ya no como presidente sino en mi condición de ser humano»), que vuelvan a trabajar. La cúpula policial fue relevada y no se descartan cambios en los mandos de las Fuerzas Armadas.

ESCASO APOYO / Los protagonistas de lo que Morales calificó de «golpe cívico-policial» se encontraron con un muy escaso reconocimiento internacional. España condenó que el proceso abierto hacia una nueva convocatoria electoral que había hecho Morales «se haya visto distorsionado por la intervención de las Fuerzas Armadas y la Policía» al «sugerirle» que presentara su renuncia. «Esta intervención retrotrae a momentos ya pasados de la historia latinoamericana». La UE expresó el deseo de que «todas las partes del país ejerzan contención y responsabilidad» y conduzcan de manera «pacífica» a Bolivia hacia nuevos comicios.

Las imágenes del saqueo de la casa de Morales que circularon en las redes sociales evidencian que el peligro del revanchismo político es real. La cantidad de asilados en algunas embajadas latinoamericanas crece con el paso de las horas. No se trata solo de figuras públicas de primer orden sino de referentes del MAS que han recibido amenazas.

Luis Fernando Camacho, el líder principal del movimiento opositor, se filmó a sí mismo para contarle «al mundo», como si fuera una autoridad constituida, que Morales no fue «tumbado» por cívicos y uniformados. «Liberamos un pueblo. Solo se llevó una Biblia al palacio. Renunció sin una bala, renunció por nuestra fe puesta en Dios».