«No queremos negociar nada». Subido a una camioneta, con el rostro desencajado y en varias ocasiones cubriéndose la boca con la mano ante una tos imprevista, el presidente Jair Bolsonaro decidió desafiar en las calles de Brasilia los mismos protocolos básicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante el avance del covid-19.

El capitán retirado apoyó esta vez a centenares de personas que reclamaban frente al Cuartel General del Ejército una intervención militar y el cierre del Congreso. Se trata de medidas similares al AI-5 (Acta Institucional número 5) que aplicó la dictadura militar en 1968 para cerrar el Congreso y suprimir garantías constitucionales. La batalla que libra Bolsonaro es con los gobernadores estaduales y legisladores que defienden las medidas de cuarentena para contener la propagación de un coronavirus que ya provocó 2.462 muertes y 38.654 contagios.

La protesta de los bolsonaristas se llevó a cabo nada menos que el Día del Ejército y en un momento político que, según Folha, los uniformados parecen haber aceptado ser «secuestrados» por el presidente. El capitán retirado es partidario de un retorno inmediato a la normalidad económica.

La ofensiva de Bolsonaro comenzó días atrás con el desplazamiento de su ministro de Salud, el pediatra Luiz Henrique Mandetta, defensor de la cuarententa. «Todo el mundo está unido contra el coronavirus. En Brasil, tenemos que luchar contra la corona y el virus del autoritarismo. Es más trabajo, pero ganaremos», dijo el presidente de la cámara de Diputados, Rodrigo Maia, hasta hace muy poco aliado de Bolsonaro. Veinte gobernadores estaduales respaldaron el domingo por la noche a Maia.