En las inmediaciones de la casa de Jair Bolsonaro, el carnaval callejero tuvo el signo de la desfachatez. Hombres y mujeres se disfrazaron de espectros rojos, con sus hoces y martillos estampadas en las capas, para parodiar uno de los caballos de batalla del Gobierno de ultraderecha brasileño: la amenaza del fantasma del comunismo. El primer carnaval de la era Bolsonaro no podía pasar por alto el creciente fastidio con el capitán retirado. A tres meses de haber asumido el cargo, Bolsonaro tiene una aprobación del 39%. Nunca un jefe de Estado perdió tanta popularidad en 90 días. Las fiestas por excelencia de Brasil se han convertido en una caja de resonancia de este malestar.

La mofa no sentó nada bien al presidente ultra, quien ayer tuiteó un vídeo de contenido escatológico para desacreditar una de las celebraciones más populares entre los brasileños. En el vídeo se observa a un individuo que se masturba el ano y luego deja que otro orine sobre su cabeza. «Muchas comparsas callejeras se han convertido en eso que veis», comentó el presidente.

La Escola do Samba Paraíso do Tuiuti desfiló en el Sambódromo carioca con un canto paródico en el que se comparó a Bolsonaro con el diablo. Y mientras la comparsa se movía al compás de la música, en una de las tribunas se vio cartel con la consigna Lula libre. La tradicional agrupación Mangueira, por su parte, rindió homenaje a Marielle Franco, la activista asesinada en el 2018 por una supuesta milicia parapolicial. Flavio Bolsonaro, hijo del mandatario, está inmerso en un escándalo por los presuntos vínculos con dos sospechosos de este crimen de resonancias internacionales.

El capitán retirado fue también objeto de mofa y befa en Olinda, la ciudad del estado de Pernambuco que cuenta con uno de los carnavales más antiguos. En sus calles se vio a un muñeco de casi cinco metros que reproducía a Bolsonaro. La silueta de goma fue el blanco preferido de las latas de cerveza.

El carnaval es un momento único de Brasil, el tiempo durante el cual se invierten los valores y las cosas se ponen patas arriba, hasta que el miércoles de ceniza restituye las jerarquías aparentemente desbaratadas. Y si bien hay una celebración vip y otra callejera, ninguna de las manifestaciones queda al margen de la coyuntura política. La existencia de un jefe de Estado declaradamente homófobo y misógino ahondó la tendencia de la fiesta a comentar la realidad.

En Bahia, la popular cantante Daniela Mercury no solo acusó al Gobierno de una creciente intolerancia sexual. Grabó junto con Caetano Veloso el tema Prohibido el Carnaval, en el que ambos ironizan sobre los valores conservadores de las autoridades. «Abre la puerta de este armario, que no hay censura que me detenga...», cantan Caetano y Mercury. Según Veloso, la canción fue pensada como «una respuesta a la tendencia censuradora de los poderes brasileños».