Boris Johnson se propone gobernar ejerciendo un poder absoluto en su gabinete. Las discrepancias no caben en la estrategia que ha diseñado con su máximo asesor, Dominic Cummings, para cambiar de arriba abajo el Reino Unido en los próximos años.

Cualquier cabeza será sacrificada, como quedó claro ayer, cuando lo que debía ser una moderada remodelación de su Gobierno acabó con la inesperada renuncia del ministro de Finanzas, Sajid Javid. Ayer el chancellor decidió marcharse cuando supo que la condición para conservar el puesto era el cese de todos sus asesores y el control por parte del número 10, la oficina del primer ministro, de los futuros reemplazantes.

Ante esa exigencia, de la que no había sido previamente advertido, Javid manifestó que no tuvo «otra opción que presentar la renuncia». «Mis asesores han trabajado muy duro no solo por el Gobierno, sino también por todo el país, y no podía aceptar esas condiciones», manifestó. Eso era seguramente lo que Johnson y Cummings esperaban cuando planearon la encerrona.

A MALAS CON CUMMINGS / La marcha de una de las figuras mejor valoradas de la nueva generación en el Partido Conservador es el resultado de las continuas tensiones con Cummings. En agosto, el asesor de Johnson había despedido a la jefa de comunicaciones de Javid, a la que responsabilizaba de filtraciones a la prensa, algo que ella negaba.

La posición moderada de Javid en cuanto al gasto tampoco cuadraba con los planes de Johnson, que tiene previstos grandes dispendios. El primer ministro y los suyos han terminado por hacerse con el control de Finanzas.

El hasta ahora secretario jefe del Tesoro, Rishi Sunak, con solo siete meses de experiencia en el puesto, reemplazará a Javid, que debía haber presentado el presupuesto el próximo 11 de marzo. El ministerio estará gestionado por un conjunto de profesionales de ese departamento fusionados con gente del equipo de Johnson, que concentra en sus manos el mayor poder que ha tenido un primer ministro británico en su reciente historia.

El responsable de finanzas laborista, John McDonnell, considera la renuncia de Javid como un ejemplo de que Cummings «ha ganado la batalla de tomar el control absoluto del Tesoro e instala a ese hombre de paja como chancellor». La segunda sorpresa en la remodelación fue el cese del ministro para Irlanda del Norte, Julian Smith. Su marcha se produce pocas semanas después de haber conseguido acabar con el bloqueo que desde hacía tres años había dejado sin gobierno compartido Irlanda del Norte.

A pesar del éxito del pacto entre unionistas del DUP y el Sinn Féin, a Johnson le había disgustado que se incluyera una investigación sobre los presuntos crímenes cometidos por soldados británicos durante los años de enfrentamientos. Smith estaba muy bien valorado, tanto en Belfast como en Dublín. Su sucesor es Brandon Lewis.

Entre las bajas esperadas, las de la ministra de Negocios, Andrea Leadson; la de Medio Ambiente, Theresa Villiers, y la secretaria de Estado para la Vivienda, Esther McVey. Leadson fue reemplazada por el ministro de Desarrollo Internacional, Alok Sharma, un departamento que ahora ocupará Anne-Marie Trevelyan.

Eliminado quedó el fiscal general, Geoffrey Cox. Lo sustituye Suella Braverman. Oliver Dowden es el nuevo ministro de Cultura. Se mantienen en Exteriores a Dominc Raab; en Interior, a Priti Patel, y como lord chancellor a Michel Gove.