Brasil ha despertado con cierto ambiente futbolístico. Enfundados en camisetas rojas, los manifestantes a favor de la presidenta Dilma Rousseff han sido los primeros en tomar posiciones en la playa de Copacabana de Río de Janeiro, la Avenida Paulista en Sao Paulo y la Explanada de los Ministerios en Brasilia.

El equipo contrario, los brasileños vestidos de verde y amarillo, partidarios del 'impeachment o destitución de Rousseff, se les han unido tímidamente a lo largo de la mañana pero convencidos de vencer de cara a la tarde la batalla del ruido en las calles.

Es lo que la prensa del país ha llamado el "Fla-Flu" de la política, una referencia al popular derbi futbolístico en Río de Janeiro entre el rico Fluminense, el equipo de la burguesía carioca, y el popular Flamengo, el equipo favorito entre los habitantes de la favela.

"Que se enteren los pijos de Ipanema, no habrá golpe carajo", gritaba a través del megáfono el productor musical Rómulo Costa quien en los últimos días prometió llenar las playas de Río de Janeiro de 100.000 jóvenes provenientes de las favelas de la ciudad olímpica.

UN CONCIERTO 'FUNKY'

Su arma es simple: montar un concierto de 'funky', el género favorito de los jóvenes de la periferia, para reventar la manifestación de la oposición si el 'impeachment' acaba por imponerse en la Cámara de los Diputados en Brasilia.

Allí, los 513 diputados de los 25 partidos que lo componen votan durante todo el día para decidir sobre el futuro del mandato de la presidenta Dilma Rousseff. Aunque todo hace pensar que la oposición logrará los 342 votos necesarios, dos tercios del pleno, para lograr el avance del proceso al Senado, movimientos de última hora en partidos minoritarios podrían dar la vuelta a la situación.

Al parecer, las negociaciones del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva han dado sus frutos y varios partidos que parecían haberse situado a favor del 'impeachment' podrían ahora dar media vuelta. Ese sería el caso de los 49 diputados del Partido Progresista (PP) cuyos líderes se han encargado de contradecirse los unos a los otros durante las últimas horas.

Otro caso sería el del Partido Socialista Brasileño (PSB) en el que sus 32 diputados podrían llegar a abstenerse para evitar favorecer a cualquiera de los dos bandos.

"Ni Rousseff, ni Cunha", sería el eslogan que comienza a cobrar fuerza entre los partidos en referencia al presidente de la Cámara de los Diputados e impulsor del 'impeachment', Eduardo Cunha.

Cabe recordar que tanto Cunha como el vicepresidente Michel Temer, ambos del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), han sido señalados por la presidenta Rousseff como los "jefes de la conspiración" ya que ambos serían los principales beneficiados del éxito del proceso.

PRESIDENCIA INTERINA

Temer porque asumiría como presidente interino y Cunha porque conseguiría frenar las investigaciones en su contra de la Operación Lava Jato y que, de momento, lograron su imputación en el Tribunal Supremo por corrupción activa y blanqueo de capitales en Suiza y Panamá.

La percepción de que los "golpes" son cosa de "república bananera" comienza a extenderse entre la ciudadanía brasileña que observa el proceso cada vez con mayor frustración y cansancio. Las denuncias sobre las irregularidades del proceso desde importantes actores como el diario estadounidense 'The New York Times' o el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, comienzan a pesar sobre los diputados indecisos, casi un 28% del pleno.

MURO DE METAL

Todo hace pensar que la votación de cuatro horas será una batalla voto a voto con consecuencias imprevisibles. El muro de metal que separará a las 300.000 personas que se esperan ante el Congreso Nacional de Brasilia es a metáfora visible de una país cada día más polarizado.

Los mensajes de "vamos a amarnos" o "sea tolerante" del muro son la mejor advertencia: aunque la política en Brasil se haya convertido en un partido de fútbol, el "fair play" debería ser respetado.