A cuatro meses y medio de que en febrero se celebren en los caucus de Iowa las primeras votaciones en la carrera para elegir al candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos que intentará derrotar a Donald Trump en noviembre de 2020, la lucha sigue abierta entre dos propuestas: la de moderados que proponen construir sobre el legado de Barack Obama y realizar cambios graduales y la de progresistas que proponen transformaciones más radicales. Este jueves, en el tercer debate entre candidatos, celebrado en Houston (Tejas), ese duelo que el partido vive desde la campaña de 2016 ha vuelto a ser protagonista.

Tras dos debates previos en la que presencia de 20 candidatos obligó a sesiones dobles, esta vez solo tenían cabida los 10 mejor situados según los estándares del Comité Nacional Demócrata sobre encuestas y donantes. En cabeza está el exvicepresidente Joe Biden, emblema del centro y, como favorito, también el mayor centro de los ataques de sus compañeros de partido. Le siguen dos progresistas, los senadores Bernie Sanders, que impulsó el giro del partido hacia la izquierda, y Elizabeth Warren, con la que Biden no había coincidido hasta ahora en un debate. Como se esperaba se produjo el choque de sus dos propuestas, sobre todo en el tema central para los estadounidenses: el acceso a la sanidad y su coste.

Biden defendió con firmeza su propuesta de construir sobre la reforma sanitaria de Obama con mejoras incrementales y cuestionó duramente formas y fondo de los planes de Sanders y Warren, que plantean extender la sanidad pública para mayores actual y hacerla universal. Pero los dos senadores rebatieron los ataques del exvicepresidente, especialmente sobre cómo se financiarían su plan o cómo afectaría a los ciudadanos la eliminación de seguros privados. Warren lo hizo aplaudiendo primero la “transformación fundamental” que logró Obama pero proponiendo ir mucho más allá, eludiendo mencionar la potencial subida de impuestos que sería necesaria y centrando la atención en la reducción de costes. Sanders ni siquiera citó a Obama, recordó que los estadounidenses pagan el doble que los ciudadanos de otros países y también golpeó de vuelta a Biden, respondiendo al ataque de que su plan costaría 30 billones de dólares con el recordatorio de que dejar las cosas como están costaría 50.

INMIGRACIÓN, COMERCIO Y ARMAS

No fue el único choque que deja en evidencia ese dilema que vive el partido entre corrientes y por su pasado reciente. Los hubo también en otras materias como inmigración, políticas comerciales o política exterior. Y aunque el legado de Obama no fue tan asaltado como en la segunda ronda de debates y Biden en esta ocasión se mostró más contundente y preparado, tiene que cargar con el equipaje de su pasado en cuestiones peliagudas como las deportaciones de inmigrantes que realizó en números récord el último presidente demócrata.

El formato con solo 10 diez candidatos y casi tres horas les permitió también ahondar en propuestas y temas, aunque quedaron fuera muchos fundamentales como los derechos reproductivos o la supresión de voto y se pasó de puntillas por otros como la lucha contra el cambio climático. Y estando en Tejas una de las estrellas de la noche fue Beto O’Rourke, antiguo congresista de El Paso. Muy alabado por los otros aspirantes por su actuación tras el tiroteo en su ciudad el 3 de agosto, O’Rourke fue de nuevo directo en su ataque a Trump por inspirar al autor de la masacre y alimentar a los supremacistas blancos y lanzó también la más radical propuesta sobre armas, poniendo sobre la mesa la promesa de que el gobierno quite de manos de civiles todas las armas semiautomáticas de asalto como los rifles AK47's y AR15.

También tuvieron actuaciones bien valoradas aunque quizá no definitorias para la carrera el senador Cory Booker y la senadora Amy Klobuchar. No destacaron tanto como en los dos debates anteriores el alcalde de South Bend (Indiana) Pete Buttigieg, el emprendedor Andrew Yang o la senadora Kamala Harris, la única que pareció llegar determinada a centrar su actuación en el ataque directo a Trump.

Quizá quien más destacó pero puede que con efecto negativo para sus aspiraciones fue Julián Castro, el único candidato hispano. En un golpe bajo, durante la discusión sobre sanidad, el que fue secretario de Vivienda de Obama atacó a Joe Biden en lo que se consideró un claro asalto a su edad (74 años) y su capacidad, cuestionando repetidamente que no recordara lo que había dicho dos minutos antes.

Luego en el debate, cuando fue cuestionado por otros aspirantes por el tono, Castro recordó que esta es la política estadounidense en campaña para lograr la nominación y más tarde, en CNN, defendió que no había sido un asalto personal sino de ideas. Pero otros, como Klobuchar, vieron en ese ataque signos trumpianos. Y lo que intenta el Partido Demócrata es superar a Trump.