Presidente del Banco Central Europeo (BCE). Hasta ahora este cargo no se vinculaba a otros puestos europeos de alto rango.Se veía como más técnico que político. Pero en esta ocasión, por primera vez, forma parte de una negociación más global entre estados; o lo que es lo mismo, entre el eje París-Berlín de Emmanuel Macron, deseoso de «reequilibrar Europa» con alianzas entre progresistas y liberales; y Angela Merkel, paladín del poder europeo conservador. Mario Draghi, con su histórica frase: «Haré lo que sea necesario» para salvar el euro, culmina en octubre un mandato exitoso de ocho años. Deja un BCE con un balance que se ha duplicado desde que ocupó por primera vez su despacho en el cuartel general del banco en Fráncfort el 1 de noviembre del 2011 y al que ha dotado de un arsenal que va mucho más allá de los tipos de interés (que no ha parado de bajar desde hace 8 años), como la compra de deuda.

Ahora, los países deben elegir a su sustituto, pero en un tablero en el que cualquier movimiento condiciona los otros. El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, un halcón que fue asesor de Merkel y opuesto a la política de estímulos de Draghi, gana enteros en la carrera. Pero eso dependerá de si su compatriota Manfred Weber, del Partido Popular Europeo en la Eurocámara, se hace con la presidencia de la Comisión Europea.

Hasta hoy ningún alemán ha pilotado directamente la política monetaria de la zona euro, aunque ha incidido en los nombramientos. El primero fue el holandés Wim Duisenberg (1998-2003), al que sustituyó el francés Jean-Claude Trichet (2003-2011), hasta llegar a Draghi. Una combinación de perfil técnico y requisitos políticos. Ahora, el resultado es más imprevisible. Y preocupante. Draghi deja como legado un BCE con más independencia y con una política que salvó al euro con medidas inéditas como la compra de deuda.

Weidmann, que en las últimas fechas ha tratado de dulcificar su discurso, despierta recelo por los países del sur que más sufrieron las políticas de austeridad, pero también en los mercados por sus discrepancias públicas con la política de Draghi.

Las dudas

¿Mantendría un halcón defensor de las políticas ortodoxas el despliegue imaginativo de Draghi en otra crisis?, se preguntan.

En todo caso, Weidmann, que ha ido de gira por varios países europeos, entre ellos España, para ganar adeptos, no está solo. También calientan banquillo el excomisario de Asuntos Económicos, Oli Rhen, gobernador del Banco de Finlandia, aunque su predecesor en ese cargo, Erkki Liikanen, cuenta con más avales. También se ha puesto sobre la mesa el nombre de François Villeroy de Galhau, gobernador del Banco de Francia; y el del actual miembro del comité ejecutivo del BCE, Benoit Coeuré.