Donald Trump había conseguido vadear sin demasiados problemas el escándalo de la actriz porno Stormy Daniels, todo un signo de los tiempos que corren en Estados Unidos, aquella cuna del puritanismo que solía decapitar a los políticos infieles y de moral laxa. Pero lo que parecía un asunto menor en la espesura de investigaciones que rodean al jefe de la Casa Blanca ha adquirido una nueva dimensión después de que el abogado de Trump reconociera que el entonces candidato a la presidencia reembolsó de su propio bolsillo los 130.000 dólares que su entorno pagó para silenciar a Daniels. Esa confirmación no solo pone en evidencia que el presidente mintió al declarar a la prensa que no sabía nada de aquellos pagos. También abre la posibilidad de que pueda ser investigado por financiación irregular de campaña.

Las palabras de Rudolph Giuliani, contratado hace dos semanas para dirigir la defensa legal del presidente, dejaron boquiabiertos a los observadores en Washington, una ciudad que creía haberlo visto ya todo en este interminable vodevil político. Sin mediar provocación, el antiguo fiscal general y alcalde de Nueva York había derrumbado la estrategia de su cliente, basada hasta ahora en negar cualquier conocimiento de los pagos realizados a la actriz por su abogado personal, Michael Cohen, para que callara respecto al presunto affaire que mantuvo con el magnate en el 2006. La tormenta política fue inmediata y el escarnio generalizado, lo que obligó ayer a Giuliani a matizar sus afirmaciones después de que Trump sugiriera que todavía no se entera de la mitad de la película.

«No creo que el presidente fuera consciente de que reembolsó el dinero de aquel asunto específico hasta que nosotros pusimos en su conocimiento lo que había en los papeles», dijo Giuliani antes de enmarcar los pagos en los emolumentos que Trump transfería cada mes a su abogado. Pero el estropicio ya está hecho y su rectificación no parece particularmente persuasiva. «Imagínate que la historia hubiera salido el 15 de octubre del 2016, en medio del último debate con Hillary Clinton. Cohen ni siquiera preguntó. Cohen se encargó de que desapareciera. Hizo su trabajo», dijo el miércoles en televisión. Durante la entrevista también negó que los fondos salieran de la campaña del republicano, lo que podría constituir un delito. «No es dinero de campaña. No es una violación de las leyes de financiación electoral. Ellos canalizaron el dinero a través de un despacho de abogados y el presidente lo reembolsó».

Cohen está siendo investigado por la fiscalía de Nueva York y el FBI, que hace unas semanas registró la suite del hotel en el que vive y se llevó una montaña de información. Tanto la Casa Blanca como el presidente habían repetido hasta la sociedad que Cohen hizo los pagos por iniciativa propia y sin que su cliente supiera nada, lo que plantea la pregunta de por qué Giuliani decidió inicialmente contradecirles. Una posible explicación sería que prefirió corregir la narrativa ante la posibilidad de que Cohen diga lo contrario ante los investigadores o de que Trump tenga algún día que declarar sobre el asunto. Mentir ante las cámaras no es delito, pero sí mentir ante la ley.

Fuentes consultadas por The New York Times aseguran que Giuliani habló con Trump de sus planes antes de ser entrevistado en la Fox, pero es evidente que el tiro les salió por la culata. «Virtualmente todo lo dicho es incorrecto, está equivocado o ha sido tergiversado por la prensa», afirmó ayer el presidente. «(Giuliani) es un gran tipo, pero solo lleva un día trabajando y con el tiempo se enterará de las cosas». En realidad, lleva dos semanas.