Emmanuel Macron se enfrenta a una crisis inédita desde el inicio de su mandato que da al traste con la República ejemplar que prometió al llegar a la presidencia de Francia. El Elíseo es incapaz de controlar el incendio provocado por el agente de seguridad del mandatario que el pasado Primero de Mayo golpeó a varios manifestantes en París haciéndose pasar por policía.

El fuego se aviva con un goteo diario de nuevas revelaciones sobre el estatus de Alexandre Benalla y en el ámbito político aumenta la presión sobre el ministro del Interior, Gérard Collomb, que hoy comparece en una comisión de investigación habilitada en la Asamblea Nacional.

La violencia que muestra el vídeo en el que el diario Le Monde identificó a Benalla como uno de los agresores de dos manifestantes se saldó inicialmente con una simple suspensión de empleo y sueldo de 15 días por parte del Elíseo, que despidió al estrecho colaborador de Macron solo al estallar el escándalo y con la fiscalía abriendo una investigación.

Además, según el diario vespertino, Benalla mantuvo el privilegio de disponer de coche oficial y un apartamento propiedad del Elíseo al que se mudó el 9 de julio. El mismo inmueble en el que François Mitterrand instaló discretamente durante años a su amante Anne Pingeot.

RIESGO DE MOTÍN / El sábado se supo también que desde julio del 2017 Benalla tenía una acreditación de alto rango para acceder a la Asamblea Nacional en calidad de empleado de la presidencia. El dato ha soliviantado todavía más a un hemiciclo que estos días está al borde del motín. La oposición parlamentaria se niega a continuar con la agenda normal de la sesión --que debate una clave reforma constitucional-- mientras el Gobierno no desfile por la comisión de investigación del caso Benalla. También se percibe pánico en La República en Marcha. La formación del presidente asiste atónita al mutismo de Macron ante un seísmo devastador que amenaza con arruinar el resto del mandato o, como poco, dar munición a quienes le caricaturizan como un dictador.

En este ambiente acude hoy Gérard Collomb a la Cámara, donde deberá explicar qué hacía Benalla junto a los antidisturbios, por qué se le autorizó a estar como observador, cómo explica que su comportamiento no terminara en manos de la justicia cuando el 2 de mayo ya supo que el oficial del Elíseo se había extralimitado y por qué portaba armas a pesar de que Interior le negó reiteradamente el permiso.

El exguardaespaldas del presidente está bajo custodia policial desde el viernes bajo los cargos de violencia grupal, usurpación de funciones, uso ilegal de insignias reservadas a la autoridad pública y complicidad en el desvío de grabaciones de videovigilancia. Según France 2, colabora con la justicia y ha expresado su pesar por lo ocurrido. De ser imputado, se arriesga a tres años de cárcel y multa de 45.000 euros.

Los interrogantes sobre este hombre de 26 años, descrito como un rambo de modales expeditivos, se acumulan tanto como las contradicciones del Elíseo, que gestiona la crisis con torpeza. Benalla se incorporó en el 2016 al macronismo y vigilaba los mítines del exministro de Economía y, poco a poco, se fue ganando la confianza del candidato, que le llevó al Elíseo al ganar las elecciones.