La movilización de los chalecos amarillos, que arrancó el 17 de noviembre del 2018 para protestar por la subida de las tasas a los carburantes, ha ido transformando el malestar inicial en un conflicto enquistado que se materializa cada sábado en las calles de las principales ciudades francesas, salpicando las manifestaciones de escenas de violencia. Casi 30.000 personas desfilaron hace una semana, y van 23, en todo el país. Aunque el número baja, la intensidad sube.

El movimiento se radicaliza y la opinión pública, aun teniendo simpatía por sus reivindicaciones, se cansa. Según un sondeo para la televisión BFM, el 60% de los franceses quiere que se ponga fin al ritual de los sábados, 4% más que en febrero. Los mandos intermedios (75%) y las personas mayores de 65 años (70%) son los más favorables y los obreros (43%) los menos a que el movimiento termine. Pero la desconfianza hacia Emmanuel Macron es tal que muchos dudan de que los anuncios de ayer rebajen la tensión. El Gobierno apuesta por la contundencia policial para evitar disturbios. La violencia de las fuerzas del orden ha sido denunciada por la ONU, que ha pedido al Ejecutivo francés una investigación, pero París niega las críticas y sostiene que si se recurre al uso masivo de granadas y balas de goma es porque no se trata de manifestaciones clásicas. Rechaza igualmente que los controles de identidad y las detenciones preventivas practicadas en los aledaños de las manifestaciones sea una práctica intimidatoria. Sin embargo, hay cada vez más dudas sobre la legalidad de las medidas gubernamentales. Reporteros Sin Fronteras (RSF) y el Sindicato Nacional de Periodistas (SNP) denunciaron el domingo atentados a la libertad de información tras los incidentes entre fuerzas del orden y chalecos amarillos del sábado 20 de abril y que se saldaron con la detención de dos periodistas independientes, Gaspard Glanz y Alexis Kraland. Glanz, bajo arresto durante 48 horas, comparecerá ante un juez el 18 de octubre por «ofensas hacia la autoridad pública» y no podrá asistir a ninguna manifestación.

Además, diversos medios han alertado de que en los hospitales parisinos que atienden a los manifestantes heridos, se «fichaba» a los chalecos amarillos. El semanario satírico Le Canard Enchaîné ha publicado extractos de esos «ficheros» en los que figuran el nombre, los datos y el tipo de lesiones de las personas atendidas.

Los hospitales reconocen que es un registro «inapropiado» y han abierto una investigación interna para aclarar una práctica ilegal.