La justicia tardó mucho pero llegó», dijo el portal El Mostrador después de que se conociera en una Santiago de Chile crepuscular la condena de nueve oficiales del Ejército por el asesinato del cantautor Víctor Jara. Han pasado casi 45 años desde que Jara escribiera en el Estadio Chile, convertido en prisión a cielo abierto después del golpe de Estado contra Salvador Allende, un poema en el que anticipaba su suerte fatal. «¡Canto que mal me sales/Cuando tengo que cantar espanto!/ Espanto como el que vivo/ como el que muero, espanto», anotó en un papel, testimonio de sus últimas palabras.

Un día después de la detención, el 15 de septiembre del 1973, el cuerpo del autor de Te recuerdo, Amanda, fue encontrado sin vida. La larga espera por la sentencia no ha oscurecido la celebración de los organismos defensores de los derechos humanos.

El juez de la Corte de Apelaciones, Miguel Vázquez, pudo probar la responsabilidad delictiva de Hugo Hernán Sánchez Marmonti, Raúl Aníbal Jofré González, Edwin Armando Roger Dimter Bianchi, Nelson Edgardo Haase Mazzei, Ernesto Luis Bethke Wulf, Juan Renán Jara Quintana, Hernán Carlos Chacón Soto y Patricio Manuel Vásquez Donoso.

En un fallo de casi 350 páginas, el juez fundamentó las penas a 15 años y un día de presidio a todos ellos por las muertes de Jara y del exdirector de prisiones Littré Abraham Quiroga Carvajal. A Rolando Melo Silva se le condenó a tres años por encubridor. Tanto Jara como Carvajal fueron detenidos entre el 11 y el 12 de septiembre de 1973. En el Estadio Chile ambos fueron torturados. Luego debían ser llevados al Estadio Nacional, pero nunca llegaron.

En el cuerpo de Jara encontraron 44 impactos de bala, a Quiroga le dispararon 23 veces. Luego los dejaron en la calle. Fueron encontrados por vecinos en las inmediaciones del Cementerio Metropolitano.

El caso Jara simbolizó el precoz ejercicio de venganza de la dictadura del general Augusto Pinochet. Todavía queda un eslabón fundamental de la cadena criminal sin condena: Pedro Pablo Barrientos, el militar acusado de haber torturado y disparado contra el músico, poeta y director teatral. El Tribunal Supremo chileno declaró el mes pasado procedente pedir su extradición a Estados Unidos, donde vive desde 1989, el año en que Pinochet se preparaba para entregar el poder.

NACIONALIZADO / Barrientos se instaló en Deltona, al norte de Miami, y se hizo ciudadano estadounidense. Con la ayuda de la organización civil Centro de Justicia y Responsabilidad (CJA), la familia de Jara demandó a Barrientos hace tres años.

El exmilitar invocó su condición de estadounidense para solicitar al tribunal que desestimase la demanda por considerarla carente de «jurisdicción». Su argumento no fue atendido.

La ley de protección de víctimas de la tortura, que considera imprescriptibles estos delitos de lesa humanidad, hizo posible que se abriera el juicio en Estados Unidos.

«La sangre para ellos son medallas/La matanza es acto de heroísmo/¿Es este el mundo que creaste, dios mío?», escribió el cantautor Víctor Jara en una de las gradas del Estadio Chile antes de que Barrientos se lo llevara. Cuarenta y cinco años después, la matanza dejó de ser un acto de heroísmo para los otros partícipes del asesinato. El círculo se cerrará con Barrientos.