La ciudad china de Wuhan, epicentro de la pandemia de coronavirus, acogió entre el 18 y el 27 de octubre del año pasado los Juegos Mundiales Militares. En total, se desplazaron hasta la ciudad cerca de 10.000 atletas procedentes de 104 países, entre ellos los Estados Unidos, que siete meses después se ha consolidado como el territorio más castigado por la pandemia, al menos según las cifras oficiales. Apenas mes y medio después de concluir el evento multideportivo, los casos de neumonía se multiplicaban en Wuhan, en lo que fue el primer aviso de la pandemia. Posteriormente, muchos de los participantes en los Juegos Mundiales Militares reportarían que, en los días siguientes a su vuelta de China, habían sufrido síntomas que se corresponden con los de la infección de covid-19. Pero desde el país asiático, tanto autoridades como medios y plataformas controladas por el poder político usaron esa circunstancia para sembrar dudas sobre el origen de la plaga, y acusaron a los atletas estadounidenses que participaron en los Juegos de llevar con ellos el coronavirus a China.

Este episodio es un ejemplo significativo de cómo el régimen chino está aplicando técnicas de desinformación, coordinadas con otras de propaganda pura y dura, para limpiar su imagen tras sumir al mundo en una emergencia sanitaria como no se había visto desde la pandemia de gripe de 1918. Una estrategia en la que, como alerta Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano, los chinos están replicando las prácticas de desinformación desarrolladas por Rusia en los últimos años, y que en el fondo se traducen en un mensaje falaz pero preocupante: el planteamiento de que los gobiernos autocráticos están mejor preparados que los democráticos para responder a una crisis sanitaria de carácter global.

Desinformación

“Lo más interesante de estas campañas de desinformación es ver cómo China ha copiado las prácticas rusas”, sostiene Milosevich-Juaristi, que ha analizado la estrategia china en el informe '¿Por qué hay que analizar y comprender las campañas de desinformación de China y Rusia sobre el covid-19?'. En el fondo, se trata de una estrategia muy sencilla: “Un líder político o una persona importante, digamos cercana al presidente, hace unas declaraciones, luego estas se difunden a través de determinados medios de comunicación y, posteriormente, de redes sociales afines”, sintetiza la investigadora.

Para que la estrategia funcione, obviamente, es preciso contar con plataformas mediáticas adecuadas que garanticen su primera difusión, y después con un peso específico dentro de las redes sociales para poder influir en la opinión pública. En el caso de dos países autocráticos y sin libertad de prensa, el impacto interior de estos mensajes está garantizado. Pero Rusia ha perfeccionado los mecanismos para poder, además, influir en procesos en territorios extranjeros, como se pudo comprobar en las elecciones estadounidenses que catapultaron a Donald Trump a la presidencia, en la campaña por el referéndum del 'brexit', o en la consulta ilegal por la independencia de Cataluña.

En todos esos procesos, agencias rusas próximas al Kremlin como Sputnik o RT (antigua Russia Today) lanzaron numerosas informaciones falsas que posteriormente alcanzaron gran resonancia en las redes sociales, gracias a todo un ejército de bots diseñado para difundir esos mensajes. Mención especial para un dato, aportado por la analista del Real Instituto Elcano: los contenidos sobre coronavirus difundidos por RT ocupan el puesto 12 entre los más difundidos sobre esa cuestión a través de redes sociales en España.

“Este modelo lo ha adoptado China”, sostiene Milosevich-Juaristi, quien incide en cómo nació la teoría de que fueron los militares norteamericanos desplazados a Wuhan para los Juegos Mundiales los que llevaron el coronavirus a territorio chino: Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue el primero en relacionar la competición deportiva con el origen del coronavirus, apuntando además a Estados Unidos. Lo hizo, curiosamente, usando su cuenta de Twitter, una red social que está prohibida en China, lo que es indicativo de que el objetivo no era convencer al pueblo chino, sino que se dirigía a la audiencia foránea. Tras este tuit, varios medios y canales oficiales chinos se han apuntado a la teoría.

Diplomacia de mascarillas

La estrategia de China y Rusia no se limita a la desinformación, sino que combinan estas prácticas con otras de carácter propagandístico. En el caso de la pandemia, esto se traduce en lo que se ha dado en llamar “la diplomacia de las mascarillas”. “La propaganda no siempre es desinformación: se trata de convencer a alguien de algo, o de propagar una determinada ideología. En este caso, lo que pretenden es difundir la idea de que unos y otros, China y Rusia, son eficientes a la hora de combatir la pandemia y solidarios con los demás países”, explica Milosevich-Juaristi.

En el caso de China, esta campaña se traduce en maniobras como la construcción exprés de un hospital a las afueras de Wuhan, la donación de material sanitario o el ofrecimiento para que médicos y equipos sanitarios que habían combatido al virus en China se desplacen a otros países. El objetivo es claro para la investigadora del Real Instituto Elcano: “Después de la catástrofe de Wuhan, están maquillando su realidad para presentarse como un Gobierno muy eficiente”.

En paralelo, con el reparto de material sanitario, China se muestra como un país solidario, cuando en realidad, incide la analista, todo ese material ha sido comprado. “Esta situación debería poner de relieve la dependencia que tenemos de China hasta para cosas tan básicas como mascarillas o antibióticos. Los europeos y los americanos deberíamos pensar en por qué hemos decidido dejar de elaborar productos básicos para comprárselos a China”, reflexiona la investigadora.

Gol de Rusia

En el caso de Rusia, se ha insistido mucho más en la cuestión de la solidaridad que en la eficacia. “Desde un primer momento, el Gobierno de Moscú insiste en demostrar que es solidario. Así, promocionó el envío de ayuda sanitaria a Estados Unidos y a Italia. En cambio, otros países han tenido gestos similares y no lo han publicitado: muy poca gente sabe que, cuando España estaba en lo peor del brote, el primer Gobierno en enviar ayuda fue la República Checa, que mandó trajes protectores para el personal sanitario. Pero ese Gobierno no hizo propaganda de ello”, destaca Milosevich-Juaristi.

En el terreno de la “diplomacia de las mascarillas”, el Ejecutivo de Vladimir Putin se ha mostrado como el más hábil. “Tienen objetivos políticos claros”, explica Milosevich-Juaristi. “En relación a la Unión Europea, se trata de mandar el mensaje de que Europa no es solidaria y Rusia sí. Pero con Estados Unidos, lo que logró Rusia fue un auténtico golazo, ya que la empresa que fue proveedora de productos sanitarios a ese país está en la lista de las empresas sancionadas por los americanos”. Para la analista, el resultado está claro: “Es un 1-0 para Rusia y una situación auténticamente vergonzosa para los Estados Unidos”.

En relación a la propaganda, no obstante, Mira Milosevich-Juaristi precisa que China y Rusia probablemente sobrevaloren su importancia real: “La propaganda no es ‘soft power’, poder blando, como creen China y Rusia. Nosotros no vamos a pensar que esos países son mejores. La propaganda es un mecanismo para convencer al otro de algo con un beneficio para ti. Pero el ‘soft power’ se basa en la atracción. Es como las razones por las que la gente compra un Mac o un iPhone: no se trata de que hagan mejor publicidad, sino de que son productos atractivos por diversos motivos. Hay analistas que han dicho que China va a salir como el gran vencedor de esta crisis, pero no lo veo así. Cuando todo esto pase, nadie querrá irse a vivir a China antes que quedarse en Europa o en los Estados Unidos”.

Fuego amigo

En relación a la estrategia rusa durante la pandemia, Milosevich-Juaristi apunta un hecho significativo: “el Gobierno de Rusia no ha dirigido, o al menos no explícitamente, las campañas de desinformación, sino que han sido estos medios afines, como Sputnik o RT, los que han lanzado críticas a la gestión de países occidentales”. La investigadora pone incluso ejemplos, impensables en otras circunstancias, de rectificaciones por parte de portavoces oficiales respecto a algunas de estas informaciones: “Fue muy llamativo cuando salió una noticia diciendo que los polacos habían prohibido a los aviones rusos que llevaban ayuda sanitaria a Italia sobrevolar su espacio aéreo. Un portavoz del Kremlin salió a decir que no era cierto e incluso pidió disculpas a Polonia”. No fue la única noticia falsa desmentida por el Kremlin en estos meses.

A juicio de la analista, estos casos de “fuego amigo” se explican, sencillamente, porque la práctica habitual de estos medios es criticar a Occidente de manera sistemática. Dicho de otro modo: un martillo solo ve clavos. “Cuando vieron en España e Italia que la gente hacía acopio de papel higiénico, se reían de estos países. Pero cuando la pandemia llegó a Rusia y comprobaron que la gente actuaba igual, eso se acabó. El Kremlin comprendió muy pronto que lo que pasaba en Europa era un espejo de lo que iba a pasarles a ellos”.

Autocracia

El objetivo de todas estas prácticas de desinformación y propaganda es hacer calar el mensaje de que, ante una emergencia sanitaria como la que ha planteado la pandemia de coronavirus, los países autocráticos son capaces de implementar una gestión más eficaz, incluso más solidaria, que los regímenes democráticos. Una conclusión, alerta Milosevich-Juaristi, que además de ser peligrosa es falsa.

“Es una reedición del viejo debate que enfrenta libertad y seguridad, y en este caso libertad y salud. Pero es un debate falso. La gestión de China ha sido catastrófica, y también la de otros regímenes autocráticos como Irán. Otra cosa es que la falta de transparencia impida ver la dimensión real de las cifras. Y es cierto que países como Estados Unidos o Reino Unido lo ha hecho francamente mal, pero otras democracias han actuado muy bien ante la crisis: Grecia, Portugal, Alemania, Corea del Sur... Al final, el volumen de población ha dado más margen a los países pequeños para controlar el virus, y también aquellas democracias que, como Alemania o Corea del Sur, potencia la responsabilidad individual”, reflexiona la investigadora del Real Instituto Elcano.

“Creo que lo que esta crisis ha demostrado es que los países autocráticos rápidamente aprenden unos de otros”, añade Mira Milosevich-Juaristi, quien precisa que no se trata de una alianza, sino de una coincidencia de intereses entre Rusia y China, lo que ha derivado en esta doble campaña de desinformación y propaganda. “Lo que creo es que China se vio desbordada por la crisis de Wuhan y por la caída de su buena imagen internacional como país eficiente. Por eso acudió a estrategias agresivas de desinformación, lo que la llevó a copiar a los rusos”, concluye. Lo que no está claro es si China ha abrazado estas prácticas de forma coyuntural o si en un futuro seguirá profundizando en el terreno de la desinformación.